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El astrolabioBieito Rubido

Ni un día sin hacer el ridículo

Este Gobierno –el peor de la historia reciente de España– esculpe cada día su perfil más grotesco. Los trucos de Pedro Sánchez suelen ser muy burdos

Actualizada 01:51

Cuanto más arrogante es el político, más posibilidades tiene de hacer el ridículo. ¡Cuánto mejor es la humildad para navegar en los procelosos mares de la política! No es el caso del actual Gobierno de España, que va a situación chusca por día. Algunas de esas óperas bufas duran unas cuantas jornadas. Por ejemplo, la irrisoria historia del espionaje masivo –el «catalangate», que dicen los independentistas– donde prácticamente se movió Roma con Santiago para espiar, según ellos, a sesenta personajes de la política catalana. Ahora resulta que el de la trola es un informático apellidado Campo Cid, que es uno de los investigados por la Audiencia Nacional por el caso de Tsunami Democràtic. Y por este bulo, va Sánchez, se pone de rodillas ante el independentismo, envía al chico para todo –Bolaños– a ofrecer más concesiones y privilegios, y abre la caja de los secretos oficiales a los partidos que actúan para romper España, además de pasarlas ayer canutas en la votación de su acción estrella contra la crisis. Por no hablar de la escena de soledad, a los pies de los caballos, en la que dejó a su mejor ministra, la de Defensa. ¡Menudo ridículo! Y eso es producto de la arrogancia, que se sitúa en un escalón inferior al de la soberbia. Quien peca de soberbia tiende a ser una persona formada; el arrogante es un fatuo, cuya simpleza intelectual le lleva a la caricatura. Cada día tiene su afán, pero este Gobierno –el peor de la historia reciente de España– esculpe cada día su perfil más grotesco. Supongo que, en medio de toda esta confusión, Núñez Feijóo ya tomó nota de que no se fie de los trucos de Sánchez. Suelen ser muy burdos.

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