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Ahora la izquierda teme a Twitter

Años advirtiendo del dominio de la izquierda en la creación intelectual y el cambio ha llegado por donde menos me lo esperaba, por la base, por esa plaza pública que es Twitter

No me gusta el concepto de batalla cultural, que en los últimos tiempos se ha impuesto para hablar del debate de ideas y valores, el debate ideológico consustancial a la humanidad y que existe desde mucho antes de que se inventara la palabra ideología. Pero reconozco que ese concepto encaja bien en esta nueva era de redes sociales que han multiplicado la audiencia y los efectos del activismo político y de la confrontación de ideas. Ahora, el debate está en Twitter, y no sólo en los medios tradicionales, en los libros, en las mesas redondas y en las universidades; y desde los presidentes y jefes de Gobierno hasta los intelectuales más relevantes, pasando por millones de ciudadanos, defienden en esa red sus ideas y valores. Es cierto que la nueva plaza pública es Twitter, como dice Elon Musk. De ahí la relevancia de lo ocurrido con la batalla cultural en Twitter y de lo que supone la llegada de Musk.

Twitter nació como una red social de información y opinión que la izquierda pensaba ocupar y dominar, como ya lo estaba haciendo en el resto de espacios de debate, desde las universidades hasta los medios de comunicación. Pero he aquí que el debate está mucho más equilibrado en Twitter que en el resto de espacios culturales. Una inesperada y desagradable sorpresa para la izquierda, que celebró entusiasmada la llegada de Twitter y que se ha encontrado con una fuerte presencia y activismo de otras ideas políticas. En España, por ejemplo, un repaso a los contenidos y tendencias mayoritarias en Twitter en estos últimos años muestra que las críticas al Gobierno de la izquierda y a sus líderes se han impuesto en la red social una y otra vez. Como si el debate de ideas se hubiera democratizado desde la base, mientras las élites izquierdistas de las universidades, editoriales y medios tradicionales han seguido manteniendo su control en esos espacios.

La llegada de Elon Musk a Twitter supone la misma inesperada y desagradable sorpresa para la izquierda, que veía como natural y perfectamente aceptable que sus dueños y ejecutivos fueran abiertamente pro-demócratas, además de millonarios, y que, sin embargo, desconfía de un nuevo dueño que dona por igual a los dos grandes partidos estadounidenses. El referente periodístico de los demócratas, The New York Times, acaba de titular esta semana que «Twitter puede convertirse en un lugar peligroso». ¿Por qué? Porque, argumenta este diario en otro artículo, «con libertad de expresión», Musk quiere decir «libertad de expresión para gente como él, el hombre más rico del mundo», un argumento populista lamentable por parte del diario que presume de ser referencia intelectual.

¿Pero qué ha pasado? ¿No era nuestra la cultura? ¿No dominábamos nosotros la creación de ideas? ¿No decíamos nosotros lo que era libertad de expresión, o lo que era desinformación? Se pregunta una izquierda que está noqueada y sorprendida. Y confieso que yo también, eso sí, gratamente sorprendida. Años advirtiendo del dominio de la izquierda en la creación intelectual, del sesgo izquierdista en los medios de comunicación, de la cultura de la cancelación, y el cambio ha llegado por donde menos me lo esperaba, por la base, por esa plaza pública que es Twitter.