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Marruecos y el Rey Juan Carlos

Estoy absolutamente seguro de que gran parte de los problemas que nos llegan desde Marruecos estarían resueltos si al monarca Mohamed le hablase otro monarca

La política exterior de España cuenta con tres asignaturas fundamentales desde hace cientos de años: Europa, Hispanoamérica y Marruecos. La última de ellas es, ciertamente, notable desde el año 711, y aunque hemos pasado por todo tipo de situaciones desde entonces, la verdad es que pocos lugares hay más sensibles para España que el norte de África. Sánchez –y créanme que ya me aburre seguir anotando reproches contra el actual inquilino de la Moncloa– ha gestionado esta cuestión con una impericia nunca vista hasta ahora. Primero despreció a Marruecos y después adoptó la postura genuflexa. Marruecos no es ajeno a un buen número de problemas que padece nuestro país. No hace falta ni siquiera remontarse a la Marcha Verde de 1975. La nómina de acontecimientos tanto conocidos como ocultos, que en los últimos años han zarandeado a nuestra nación, tienen su origen en el vecino del sur, un país limítrofe tan diferente en tantas cosas a nosotros, pero nuestro vecino al fin y al cabo, con el que tenemos que aprender a llevarnos bien. Durante años esas diferencias las solventaba con su maestría característica y sus dotes para la diplomacia el Rey Juan Carlos. Ahora, con certeza, su hijo podría emularlo, pero seguramente no se lo permiten. Estoy absolutamente seguro de que gran parte de los problemas que nos llegan desde Marruecos estarían resueltos si al monarca Mohamed le hablase otro monarca. Así son las cosas, pero si en el actual Gobierno no lo quieren ver, Marruecos seguirá generando situaciones complejas y todos echaremos de menos, una vez más, a don Juan Carlos.