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Secretos a voces

«Los hombres ofenden antes al que aman que al que temen». Sánchez teme a los golpistas secesionistas porque depende de ellos y no sólo no los ofenderá sino que intentará calmarlos con nuevas cesiones

Con Gabriel Rufián sólo comparto su admiración por el Real Madrid y el reconocimiento explícito y público que hace de las noches de épica madridista en la Champions League. No comparto, obviamente, nada más, y mucho menos su forma gamberra de hacer política en el Congreso y su desafección hacia lo español y por ende hacia los símbolos, organismos e instituciones del Estado.

El hecho de abandonar momentáneamente la Comisión de Secretos Oficiales del Congreso, mientras informaba la directora del CNI, Paz Esteban, del espionaje al separatismo para contarlo en TV3, confirmó los peores augurios sobre la cesión de Sánchez a sus aliados Frankenstein abriéndoles la puerta de los secretos del Estado.

Rufián se comportó como el personaje de José Mota que lejos de guardar un secretillo, fue y lo «cascó», o como el recordado Paco Ordóñez, que siendo ministro de Justicia con la extinta UCD de Adolfo Suárez, se levantó en medio de un Consejo de Ministros para, supuestamente, ir al baño y fue pillado «in fraganti» por otro miembro del Gobierno con un teléfono en la mano largándole fiesta al director de El País sobre lo que se estaba ventilando dentro en relación con la ley del divorcio. Cuando el ministro que le sorprendió, teléfono en ristre, le interpeló sobre su negativo y delictivo proceder, Paco Ordóñez respondió con un «ya ves aquí hablando con Juan Luis (Juan Luis Cebrián, director de El País)». Como si nada.

De lo trascendido sobre la información trasladada por la directora de La Casa a los diputados, cabe concluir que poco se espió, como dijo Macarena Olona , a quienes estuvieron detrás de los graves disturbios organizados por Tsunami Democratic en 2019 en las incendiadas calles de Barcelona, en el invadido aeropuerto de El Prat y en las carreteras y vías férreas cortadas por violentos separatistas.

La presencia de Pere Aragonès entre los 18 «indepes» seguidos y controlados por el CNI con mandato judicial, por su relación con los llamados Comités de Defensa de la República (CDR), confirma la relación del actual presidente de la Generalitat con aquellos a los que Torra les pedía «apreteu, apreteu» para que incrementaran la tensión y presión contra el Estado mediante sus acciones violentas. Paradójicamente, Sánchez, lejos de repudiar a cuantos amenazaron la seguridad de los españoles y participaron en aquella actividad golpista contra la Constitución les premió con indultos y convirtió en sus aliados políticos preferentes.

Ahora le amenazan con romper la legislatura por haber sido espiados de forma legal y más que justificada y Sánchez, con tal de garantizarse su continuidad en la Moncloa, hará buena, una vez más, la reflexión de Maquiavelo sobre la condición humana: «Los hombres ofenden antes al que aman que al que temen». Sánchez teme a los golpistas secesionistas porque depende de ellos y no sólo no los ofenderá sino que intentará calmarlos con nuevas cesiones. Cabe preguntarse si aceptará la creación de una comisión de investigación sobre el caso Pegasus como le exigen o la destitución de la directora del CNI. En ambos casos antepondría su interés personal al del Estado.

Por cierto, después de que Rufián rompiera el secreto de la comisión y afirmara que el hackeo del teléfono móvil de Sánchez fue obra de «organismos descontrolados» o de algún país, es legítimo sospechar que si es Marruecos el que está detrás del espionaje, puede establecerse una relación causal entre la información sensible extraída del teléfono de Sánchez, dos gigas y medio equivalentes a 45.000 folios, y su repentino, inopinado y sorprendente giro político sobre la posición del Gobierno español respecto al Sáhara. Como diría el peneuvista Aitor Esteban aquí hay mucha tela por cortar.