Memoria infectada
Contra un Gobierno formado por golpistas contra la democracia, por socialistas, comunistas y anarquistas, no hay posible golpe de estado
los majaderos e impostores del ministerio de Transportes, que han entontecido a la estación de Atocha añadiéndole el nombre de una escritora pequeña, que en paz descanse, arremeten ahora contra el inventor del autogiro, Don Juan de la Cierva, al que han vetado para que su figura histórica y científica preste su nombre al aeropuerto murciano de Corvera. Parece que esa pandilla de analfabetos sectarios que se reúnen todos los días en la sede de su ministerio para transportarse hacia la completa estupidez se sostienen en un informe aportado por el presumible historiador –los historiadores de verdad no son sectarios– Ángel Viñas, que coloca al inventor del autogiro entre los participantes del llamado golpe de estado de 1936. No de 1934, cuando el Frente Popular dio un golpe de estado contra la «democrática» República no aceptando el resultado de las elecciones.
A partir de 1934 la República deja de ser democrática y España abandona su condición de estado de derecho. Contra un Gobierno formado por golpistas contra la democracia, por socialistas, comunistas y anarquistas, no hay posible golpe de estado. Entiendo que el ministerio de Transportes, cuya titular es una sectaria ignorante, le haga caso a la versión infectada del narrador Viñas, cuyas conclusiones históricas ayudan a comprender la definición de la historia redactada por un ingenio independiente: «La historia es una cosa que nunca ocurrió contada por un mamarracho que no estaba allí».
Don Juan de la Cierva es un murciano universal, y después de más de ochenta años, seguimos padeciendo la ley de la venganza y de la mentira impulsada por Zapatero, la misma ley que Mariano Rajoy mantuvo vigente con amplia mayoría parlamentaria. Algún día, cuando escriban sus verdaderas memorias, los grandes cobardes del anterior Gobierno del PP tendrán que dar explicaciones muy convincentes para que los ciudadanos callen a su paso por las calles de las ciudades deEspaña.
No obstante, otros historiadores han salido en defensa de Juan de la Cierva, que efectivamente se sentía mucho más cómodo entre los nacionales que entre los comunistas, lo cual resulta más liberal y democrático. Sublevarse –y Don Juan no lo hizo–, contra un sistema dominado por la unión soviética, y que impone en España las checas, la censura, la demolición de la libertades y el derecho a la vida, no puede considerarse falta, sino acierto. España estuvo dos años gobernada por criminales al servicio de la URSS y la guerra civil fue inevitable, digan lo que digan los que la perdieron. Porque esa guerra civil, fundamentalmente, la perdieron los más poderosos, que terminaron asesinándose entre ellos.
Oponerse a que el aeropuerto de Corvera se digne a denominarse «Juan de la Cierva» en homenaje y recuerdo al inventor del autogiro, se me antoja, además, de gran incoherencia por parte de este gobierno socialcomunista. El autogiro que inventó Don Juan de la Cierva dio paso al desarrollo industrial y aeronáutico del helicóptero, ese maravilloso artefacto que usan Pedro Sánchez, su mujer y la vicepresidenta comunista hasta para cumplir con las cotidianas citas con los cuartos de baño.
Almudena grandes sí, y Juan de la Cierva, no. No se trata sólo de una barbaridad histórica. Se trata de una venganza de microbios, de seres infumables, de parásitos sin cordura ni entendimiento.
Me he desahogado.