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Pantalones bajados

Ver a Sánchez y a Von der Leyen bajándose los pantalones a la vez ante Pere Aragonès invita al separatismo a hacer lo que le dé la gana entre aplausos de la parejita más necia del momento

Pedro Sánchez se fue a Cataluña con dos pantalones, aunque la agenda de trabajo era de un rato, por necesidades incuestionables: tenía que bajárselos con Pere Aragonès y con Maricarmen Von der Leyen, y no quedaba bien repetir prenda para tan presidencial escorzo, según las indicaciones del servicio de protocolo sanchista y sus 937 miembros dedicados a que el presidente vaya hecho un pincel.

Allí marchó a decirle a un peligro público, tanto como para ser investigado por el CNI, que la patria española se ha diluido en la europea, a ver si así se tranquilizan un poco. Y que, a la vez, la catalana es más evidente que nunca: ustedes son catalanes y europeos, lo de españoles podemos olvidarlo, vino a decir nuestro entrañable Atilita.

Podría parecer una frase retórica, cuqui dadas las circunstancias, salida de ese mismo taller de bisutería verbal que esconde, con grandilocuencia cursi, las peores intenciones.

Pero no. Lo que hizo el presidente del Gobierno de España fue pisotear dos veces en público el artículo 2 de la Constitución, fundamentado literalmente en «la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles».

El problema de las concesiones es que, aunque tú te las tomes a beneficio de inventario, el receptor de la dádiva las transforma en derechos vinculantes: denigrar en la misma frase la españolidad de España para ensalzar a la vez la particularidad catalana es, lejos de un acto de confraternización estéril, una invitación directa a la asonada.

En el mismo acto, ese repollo alemán que ocupa la presidencia del Consejo Europeo y demuestra que se puede ser igual de inútil que Sánchez sin ser Sánchez, convirtió en un éxito de España haber sido los primeros en pedir el primer tramo de los Fondos Next Generation y el segundo, y también ser los que en proporción a su tamaño más dinero reclaman de Europa.

Solo una inconsciente como ella, tan intervencionista y socialdemócrata disfrazada como todos los gerifaltes mundiales y todos los organismos internacionales, empezando por los tildados de «neoliberales» con desprecio manifiesto a la verdad; es capaz de presentar como una victoria la mayor demostración de fracaso de España.

Y solo un negligente como Sánchez es capaz de sonreír ante el cacareo desplegado por Ursulita para, entre eufemismos repipis, llamarnos pobres en la cara.

Al estropicio que significa necesitar 140.000 millones de dádiva se le añade la incipiente sospecha de que se malgastarán en aquelarres públicos, obras innecesarias, sinvergonzadas sostenibles y despilfarros inclusivos; a la mayor gloria de un Gobierno que no sabe qué hizo ayer pero presume de tener una agenda para 2030.

Y que Aragonès, que no va sobrado de luces ni de altura, disfrutara en directo de la bajada de pantalones sanchista y de la inanidad germana de la tal Von der Leches, incapaz de recordarle en su cara que Cataluña no estaría en Europa sin España; le brinda una ocasión excepcional para tomar apuntes y proceder al asalto definitivo: solo le frenan un presidente en calzoncillos y una presidenta en bragas. Uno le da la patria y la otra pone la pasta. Se puede ser igual de tonto que la parejita, tal vez, pero es imposible superarla.