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Sánchez es la mayor amenaza para España

La destitución de la directora del CNI para calmar a unos golpistas que hasta negociaron el apoyo de Putin convierte al presidente del Gobierno, y a quien le apoye, en una amenaza nacional sin precedentes

A Sánchez solo le ha faltado saltar en auxilio de Ana Julia Quezada, la salvaje que asesinó al pequeño Gabriel, se hizo la madrastra plañidera y escondió el cadáver en un maletero para tirarlo en algún pozo. Y hasta en eso estuvo a punto: fue él, con los padres de Diana Quer y de otras víctimas mirando en la tribuna del Congreso, quien votó a favor de derogar la prisión permanente revisable, prevista solo para animales de esa especie.

El resto de barbaridades han superado el grado de tentativa para situarse, con publicidad pornográfica, en el territorio de los hechos consumados: indultó a golpistas a sabiendas de que seguirían siéndolo; integró a Otegi en la gobernación de España sin renegar de su currículo terrorista; tomó la Presidencia al abordaje con todos los piratas del Caribe y del Ebro; asaltó Navarra en compañía de Bildu; convirtió en vicepresidente a un peligroso chavista con ínfulas; transformó al Rey de la Zarzuela en el mayordomo de la Moncloa y resucitó la dialéctica guerracivilista, como nunca antes, para tapar su estrepitoso fracaso en 2022 con nostalgia chequista de 1936.

Ahora ha dado el paso definitivo decapitando a la Juana Bautista del CNI para darle placer a la Salomé golpista que es Junqueras, con quien baila desde 2018 pisoteando la Constitución como Atila la hierba.

Constatar que Sánchez es capaz de cortarle la cabeza a quien investigaba legalmente a unos tipos capaces de reunirse con Putin para negociar el préstamo de 10.000 soldados, desecha todo atisbo de redención y retrata definitivamente al presidente del Gobierno como una termita sin fondo, capaz de devorar los cimientos de la nación, de la convivencia, de la identidad, de la ley y de la vergüenza.

Mientras Paz Esteban cumplía el mandato constitucional, decidido y aprobado por el propio Gobierno y protegido por dos jueces del Tribunal Supremo; Sánchez se dedicaba a sacar de la cárcel a Junqueras y a encerrar a España en la celda libre. Entre la víctima y el verdugo, siempre elige al verdugo si con ello prolonga su triste reinado en un páramo.

Destituir a la directora del CNI por intentar adelantarse tal vez a otro Golpe de Estado con apoyo ruso es lo mismo que homenajear a etarras entre lágrimas de las víctimas; anular a jueces entre aplausos de delincuentes; liberar a pedófilos entre cadáveres infantiles o regalar palas a Putin para que excave más fosas comunes en Mariúpol.

La deriva de Sánchez, que es la previsible consecuencia de su pecado original al aceptar venderle su alma al diablo, apela ya al corazón de la democracia y obliga a sus propios compañeros a elegir cómo pasan a la historia: o cómplices de Sánchez o leales a España.

Bastaría con que una ministra, tres diputados o dos barones decentes dijeran hasta aquí hemos llegado y asumieran algo ya muy evidente: cargarse a quien intenta protegernos de las amenazas que se ciernen sobre España convierte a Sánchez en la peor amenaza de todas.