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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

España en crisis y Sánchez con la regla

Con la inflación en el 8,3 %, la peor cifra de paro de la UE y con una guerra en Europa, el Gobierno se dedica a debatir sobre la menstruación

Siempre resulta divertida la facilidad de nuestros tertulianos para convertirse en expertos instantáneos sobre todo lo que se tercie. Estalló el volcán de La Palma y en solo un par de días los todólogos ya impartían su ponderado magisterio sobre las coladas, los tipos de cráteres, los vientos imperantes en la isla… Ayer me sonreía viendo a esos mismos todoterrenos disertando sobre la menstruación y sus achaques, reconvertidos ahora en los más avezados ginecólogos. Había un tertuliano, de credo «progresista» y poblada barba, que disertaba sobre la regla con tal sentimiento vivencial que se diría que la pasaba cada mes, lo cual imagino que no será el caso (y que el lobby trans me perdone por esta apreciación políticamente incorrecta, pues sabido es que los sexos biológicos han desaparecido y ahora gracias a la empanada de la ultraizquierda cada uno somos lo que nos salga de la zanfoña, so pena de cancelación).

Nuestro eventual Gobierno trabaja con tesón para intentar convertir a la pobre España en uno de los países más tontolabas del orbe. Resulta delirante que con una inflación del 8,3 % que acogota a las familias, con una guerra horrible en Europa, con la peor tasa de paro de la UE, con una crisis en la que han dejado por los suelos a los servicios de inteligencia españoles, con una pandemia que sigue ahí fuera, con un poder separatista catalán que se está saltado las sentencias educativas… el Gobierno haya situado esta semana en el centro del debate público una propuesta psicodélica de Irene Montero para dar tres días de baja a toda mujer que sufra menstruaciones dolorosas.

La regla y sus molestias han mantenido ocupados a tres de los cerebros más señeros de este Ejecutivo de leyenda: Nadia Calviño, la supuesta altísima especialista que jamás acierta una predicción; Escrivá, el ministro de los globos sonda, que va de gran técnico y al final siempre acaba cediendo ante los delirios podemitas; e Irene Montero, que camufla su gandulería al frente de un Ministerio Pandi lanzando de vez en cuando propuestas que parecen ideadas en una carroza de Chueca donde hubiese corrido más pacharán de la cuenta (chaladuras que al final el PSOE acaba asumiendo, porque aquí lo único que importa es que Mi Persona se sostenga en su sillón).

Calviño, Escrivá y los sindicatos comenzaron oponiéndose a lo de las bajas por la regla, que tacharon, con razón, de propuesta discriminatoria para las mujeres. Pero al final han acabado cediendo, quizá porque son conscientes de una de las características del sanchismo: muchas de estas leyes súper-progresistas de titular altisonante después jamás culminan su recorrido. Se trata de dar que hablar. De entretener al público con la quincalla de la propaganda «progresista» para que no lleguen a los titulares, por ejemplo, las enormes colas en los bancos alimentos (que se están viendo sobrepasados, porque cada vez hay más peticiones y menos donaciones, mientras un Gobierno de izquierda caviar se dedica a debates bizantinos sobre la menstruación).

España en crisis y Sánchez, con la regla. En efecto: tienden a insoportables y mucho me temo que cada vez son más los españoles que se van dando cuenta.

Solo espero que la próxima semana no nos salga Tito Garzón, otro ministro creativo, proponiendo un gran debate de Estado sobre las hemorroides, problema bastante común ante el que sin duda un buen Gobierno progresista e intervencionista como el que disfrutamos tiene mucho que aportar. Ya estoy viendo en lontananza una Ley de Hemorroides desde una Perspectiva de Género. Denles tiempo...