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El puntalAntonio Jiménez

Un Gobierno de retroceso

Desde que ocupa la Moncloa, este país no sólo no ha progresado en el sentido que indica Sánchez sino que ha retrocedido en la misma proporción que ha ido degradando una institución tras otra

Actualizada 02:04

Esos a los que Pedro Sánchez insultó llamándoles «mangantes» en el Congreso le sacaron las castañas del fuego un día después al rechazar con sus votos las enmiendas a la totalidad que el secesionismo y demás excrecencias Frankenstein presentaron contra la ley de Seguridad Nacional. De modo que los denostados y ofendidos habitualmente por su «sanchidad», PP, Cs y Vox, le salvaron de una segura derrota parlamentaria, mientras que el entramado Frankenstein pretendió humillarle a pesar de que en las vísperas se había puesto de hinojos una vez más y había entregado la cabeza de la directora del CNI tal y como venían exigiéndole.

La citada ley, cuyo articulado es sustancialmente el mismo que aprobó el Gobierno de Rajoy, será debatida y tramitada con sus correspondientes enmiendas en el Parlamento y esperemos que, entonces, el PP ponga pie en pared contra los aspectos más perversos de la misma que otorgarían poderes casi omnímodos en tiempos de pandemias y de excepcionalidad a presidentes sin escrúpulos como Pedro Sánchez que, por un lado, aprueba proyectos profundamente ideológicos y sectarios con sus socios Frankenstein mientras que por otro apela a los «mangantes» del PP para sacar adelante aquellos asuntos que exigen decoro institucional y responsabilidad de Estado.

En esto consiste la geometría variable parlamentaria que le permite a Sánchez presumir de Gobierno estable, convencido de que sus socios independentistas y bilduetarras nunca le dejarán tirado porque no encontrarían en Moncloa un aliado más débil y mejor para sus intereses y siempre podrá contar con el apoyo responsable de la oposición constitucionalista, aunque sea a regañadientes, en los temas de Estado.

Es la paradoja de esta legislatura que Sánchez amenaza con llevar hasta sus confines a finales del 23 o, incluso, comienzos del 24, tras proclamar en otro de sus habituales alardes cuajados de vacuidad y propaganda que ninguna dificultad, interferencia o crisis puntual «desviarán a su Gobierno de coalición progresista» de la tarea de transformación y modernización que está poniendo en marcha gracias a los fondos europeos.

Si aceptamos que esos fondos siguen siendo un misterio insondable y que no han tenido incidencia aún en la economía real y doméstica porque no llegan a las empresas tal y como ha denunciado la CEOE y que la coalición de Gobierno progresista es una olla de grillos en ebullición permanente, ya me dirán donde ve Sánchez, salvo en su imaginación, esa transformación y modernización de España.

Por el contrario, desde que ocupa la Moncloa, este país no sólo no ha progresado en el sentido que indica Sánchez sino que ha retrocedido en la misma proporción que ha ido degradando una institución tras otra , sin solución de continuidad, con sus decisiones y cesiones al separatismo o a los herederos de ETA.

Este no es un Gobierno de progreso sino de retroceso permanente. El mantra de la coalición de Gobierno progresista se diluye ante la realidad de una España que ni avanza, ni prospera ni mejora política, social y económicamente. Hay más intervencionismo y menos libertad. Y apenas queda algún organismo e institución del Estado que no haya sido erosionado o manipulado por Sánchez.

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