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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Chanel número 5

Eurovisión nos ha vuelto a dejar la enésima demostración de la cara dura que gasta la izquierda en España

Enhorabuena a Chanel. Y hasta aquí todo mi entusiasmo. Ni me gusta el festival que nos ha dado la postmodernidad ni mucho menos que dejen la última palabra a los ciudadanos, que ni pajolera idea tenemos de música y calidad artística. Yo me he criado con los exabruptos de mi padre cuando hacíamos el primo votando a Israel o Francia nos ninguneaba porque «votaba por la política»; y de ahí y de Uribarri o Mocedades, que no me saquen. Pero Eurovisión nos ha vuelto a dejar la enésima demostración de la cara dura que gasta la izquierda en España.

A la escuchadora Yolanda Díaz se le notaba incómoda el sábado viendo cómo Alfonso Rueda sucedía a Núñez Feijóo en la Xunta de Galicia, mientras ella no se comió un colín cuando se presentó en 2005 y 2009 al Parlamento gallego. Solo cuando se alió con Beiras –nacionalistas y comunistas comulgando las mismas ruedas de molino–, consiguió acta autonómica, pero finalmente tuvo que hacer las maletas para venir a hacer carrera a Madrid, es muy probable que carrera hacia la nada. Aburrida como una ostra con tanto fascista a su alrededor, se dedicó a tuitear para felicitar a la representante española en Turín, dejándonos de nuevo una estampa descacharrante. Los de Podemos, es decir, su partido, hicieron una campaña que se acercó al acoso contra Chanel, cuando fue proclamada candidata sobre Roberta Bandini, la favorita perroflauta, porque hablaba de las tetas como símbolo de la liberación femenina. Es comprensible que Susana Estrada siga en shock desde entonces.

A la pobre Chanel le obligaron a cerrar su cuenta en las redes sociales por los insultos que le dedicaron los amigos de Superyol. El grupo podemita, que le guste o no la ha colocado de vicepresidenta, anunció con prosopopeya que iba a llevar al Congreso el sistema de elección festivalera de la tele pública y hasta Comisiones Obreras, el sindicato de su padre y al que se abraza para salir en las fotos, exigió a la dirección de Prado del Rey que «dejara sin efecto» la designación de Chanel. Por no hablar del mismísimo PSOE que pidió en el Parlamento que se cambiara la letra de la canción SloMo y el BNG, que instó a que se anulase la candidatura. ¿Alguien da más?

Pero Yolanda, que todavía no ha empatado con nadie y que ha engañado a su público con la minirreforma laboral a la norma de Rajoy, se ha subido al carro de Chanel, con esos epítetos cursis que tanto gustan al pijoprogresismo y se ha quedado tan ancha. Es más que evidente que en la España de Sánchez la verdad es revolucionaria y la mentira un activo. Si en algo tan poco trascendente es incapaz de guardar algo de decencia, qué no hará con los asuntos del comer. Bueno, ya lo sabemos: tiene en su proyecto a dos políticas investigadas por asuntos turbios, Colau y Oltra, y en su haber un osario de víctimas políticas que se han interpuesto en su ambición. Ni unas gotas de Chanel número 5 tapan el tufo de la gran estafa del yolandismo, un globo mediático que pronto pincharán los españoles. Primer asalto: Andalucía.