Ensaladilla
El cocinero español José Andrés le ha cambiado el nombre a la ensaladilla. Pero yo seguiré pidiendo en bares y restaurantes ensaladilla rusa, y no ensaladilla ucraniana
Estoy con Ucrania de corazón, de pensamiento y de esperanza. Considero que Putin es un criminal de guerra. Deseo y sueño, –tan lejanos el uno como el otro–, que el Ejército ruso sea derrotado. Tengo a Zelenski como mi nuevo héroe, y como soy creyente, pido a Dios todos los días por la victoria de los justos, los más débiles, los invadidos.
Pero seguiré pidiendo en los bares y restaurantes ensaladilla rusa, y no ensaladilla ucraniana.
El cocinero español José Andrés ha demostrado ser una gran persona. Ha viajado hasta la frontera de Polonia con Ucrania y ofrecido su magisterio gastronómico, y de su bolsillo, a miles de refugiados que escaparon de los bombardeos rusos. Como español, me siento muy orgulloso de tener a compatriotas como José Andrés, si bien en un pequeño detalle, a mi modo de ver las cosas, se ha equivocado.
En su restaurante no se ofrecerá, a partir de ahora, ensaladilla rusa. Le ha cambiado el nombre por ensaladilla ucraniana.
Entre la uniformidad oficial de nuestros marinos de la Real Armada Española, para navegaciones en mares de fríos extremos, existe el capote ruso. Se trata de una prenda de abrigo. Guardo en mi casa la botonadura del capote ruso de un insigne almirante y actual Director del Museo Naval, don Marcial Gamboa, al que tuve el honor de conocer y disfrutar de su señorío cuando era Director de la Escuela Naval Militar de Marín. Son muchos los botones de ancla los del capote ruso de nuestros marinos. Pero tengo entendido que su denominación no ha cambiado por la de capote ucraniano.
En 1940, la Montaña Rusa del parque de atracciones del Monte Igueldo en San Sebastián paso a llamarse Montaña Suiza. Y creo que aún se denomina así. No obstante, nadie se refiere a la atracción como Montaña Suiza, a pesar de haber cumplido 82 años con ese nombre. Se le dice Montaña Rusa, y le recomiendo un paseo a quienes no la hayan disfrutado. Se trata de un anciano trenecillo, con dos dragones en cabeza y conductor en el vagoncillo central, que no asusta a nadie. Pero el paisaje que se abre en su recorrido es insuperable. Cuenta con tres cuestas. La primera, la del tanteo, la segunda, la del manoseo y la tercera, la del morreo. Un beso muy rápido en la oscuridad del tímido túnel que precede a la finalización del trayecto. Recomendable adquirir un abono de cinco viajes con la finalidad de dejar las cosas claras en la última cuesta y único túnel.
Soy un gran admirador de Rusia, de su literatura, poesía, música, y su formidable folclore. Sucede que ésta Rusia que ha invadido Ucrania es más soviética que rusa. De los 28 millones de soldados rusos que cayeron en el frente de la Gran Guerra, ocho millones de ellos fueron ucranianos. Después de la larga experiencia de la cárcel soviética, la prisión más extensa, sanguinaria, brutal y fría del mundo – eso que se llama comunismo-, Ucrania alcanzó la libertad que hoy Putin desea aniquilar. Pero de ahí a llamar a la ensaladilla rusa ensaladilla ucraniana, a los pasteles rusos, ucranianos, y a las montañas rusas, montañas suizas, hay largo trecho que siempre ocupa la exageración. Por los amigos que tienen en España, conoceréis a Putin. Amigo de Puigdemont, de Otegi, de Aragonès, de Rufián, de Iglesias, de Garzón y del vertedero del PSOE-Podemos. Y de algún beato de medidas excentricidades.
Lo mejor de la Rusia de hoy es la ensaladilla rusa que es española. Seamos generosos y tolerantes, al menos, con la ensaladilla.