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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Qatar, Abu Dabi, Sanxenxo

Castigar a los Reyes de España mientras se homenajea a los de Qatar y Marruecos es otra de las proezas de Sánchez y de todos los tragaldabas que le rodean

Pedro Sánchez ha tenido que movilizar a la Unidad de Rastreo de la UME y a la Sección de Objetos Perdidos del CNI para tratar de localizar su trasero, perdido en algún momento y algún lugar sito en los 20 kilómetros a la redonda del Palacio del Pardo, residencia del emir de Qatar durante la visita oficial que cursa a España.

En las tareas de localización del pompis presidencial se ha incluido una misión secundaria para encontrar también los de Meritxell Batet y Ander Gil, presidentes socialistas y republicanos del Congreso y del Senado, extraviados igualmente en algún momento previo a la ceremonia de concesión a Tamim bin Hamad Al Thani, a quien en adelante llamaremos con todo respeto Tomás en traducción libre para facilitar la lectura, de las medallas de honor de ambas instituciones.

La Inteligencia española, según todos los indicios, considera factible dar rápido con la espalda baja de Meritxell y Ander, al reducirse significativamente el perímetro de búsqueda a algún punto mediante entre las Cámaras y alguno de los asadores sitos en la Carrera de San Jerónimo y la plaza de la Marina, donde ambos suelen concentrar su actividad cotidiana para coger fuerzas por el bien de España.

Pero con el culo de Sánchez hay más dudas: no está claro si lo extravió al llegar Tomás a España o si ya hubo pérdidas, parciales o totales, en el área de Rabat, donde acudió hace un mes para rendir pleitesía al Rey Mohamed VI en pleno Ramadán.

De lo que no hay dudas es de que las investigaciones no tendrán que ampliarse ni al entorno de la Zarzuela ni al área de la ría de Arosa, pese a que en ambos también se ha detectado presencia monárquica: los rastros de bilis sanchista detectados en la zona pueden ser un indicio de peligro para Felipe o Juan Carlos, pero no para las áreas glúteas de los servidores públicos.

Termine como termine la misión, se considerará un daño colateral asumible la pérdida definitiva: el Rey de Qatar va a invertir 5.000 millones de euros en España, mantendrá el suministro de gas licuado para compensar el cabreo de Argelia y les dirá a sus primos reales de Rabat, Madrid y Abu Dabi que muchas gracias por tratarle tan bien en España y que, si les apetece ayudar a compensar el impacto estético de tener a tres autoridades sin culo, les envía unas abayas para que se tapen y se note menos.

Tomás de Qatar y Mojama de Marruecos, como todos sus predecesores desde Franco en esos mundos de Alá, invierten en España porque España es un Reino y sus Reyes son sus jeques: Concordia Real, una entidad sin ánimo de lucro representada por Eduardo Serra y Carlos Espinosa de los Monteros, ha cifrado en 62.000 millones de euros y 2.5 millones de puestos de trabajo el beneficio de los 224 viajes de Estado de Juan Carlos I antes de que su mala cabeza le diera argumentos cinegéticos a quienes ven en la Corona el último obstáculo para cargarse a España.

Claro que el primero de los españoles no puede ser el último de los contribuyentes al fisco, pero esa falta de ejemplaridad se ha pagado a un precio de usura fijado por los mismos que indultan a golpistas, colocan a sus familias, enchufan a sus amigos y derrochan a manos llenas en excursiones en el Falcon y vacaciones en Las Marismillas; todo ello con la misma transparencia que el Dioni gestionando el botín de un furgón blindado.

El Rey Juan Carlos ha hecho algunas cosas mal y muchas muy bien. Pero en un país que libera a etarras, plagia tesis doctorales, se asocia con Tejeros si hablan catalán o vascuence y le lame el emirato a Tomás, un demócrata de toda la vida; elegir como objetivo a un señor de 84 años que se encargó de abrirle el Golfo a España, de enterrar a Franco, de parar un golpe de Estado y de legar a un Rey impecable como Felipe es, como mínimo, irónico.

Y ahora que viva la República y que no nos enteremos de que esos traseros, cuando aparezcan, pasan hambre.