Don Juan Carlos de vuelta y el Gobierno en lo de siempre
Sánchez no se disculpará porque la petición de perdón es incompatible con la soberbia y el engreimiento, rasgos muy característicos de su personalidad
La originalidad no es, desde luego, una cualidad de este Gobierno. Desaparecido Iván Redondo de la sala de máquinas monclovita donde se cocinan eslóganes propagandísticos y estrategias, algunas homologables en cualquier parvulario por simplonas y burdas, su sucesor recogió el testigo con enorme aplicación y entusiasmo a la vista del empeño y disciplina con la que se emplean ministros, ministras y «ministres» en repetir como papagayos las consignas del día.
En esta ocasión el objetivo ha sido el Rey Juan Carlos con motivo de su primera vuelta a casa tras casi dos años de obligado retiro en Abu Dabi. Desconozco si fue por no desentonar con la parte morada populista del Gobierno que no disimula el alipori que le provoca la monarquía o porque se lo impone su alma republicana, pero hasta tres ministras de la rama socialista, Portavoz, Justicia y Economía, exigieron en sus comparecencias públicas que Don Juan Carlos se disculpara y diera «explicaciones a todos los españoles acerca de las inquietantes informaciones publicadas sobre prácticas realizadas durante su reinado».
Las «miembras» del gabinete sanchista evidenciaron con la repetida consigna su falta de criterio personal y siguieron de carril la orden monclovita de zaherir al Rey padre y, de paso, a la Corona. En el camino perdieron, sobre todo las titulares de Economía y Justicia que pasan por ser de las de más fuste de este Gobierno mediocre, la oportunidad de la discreción y el respeto hacia alguien que no tiene causas pendientes con la justicia, tampoco ya con Hacienda, y en cuyo reinado España experimentó la mayor época de progreso social, económico y de bienestar como nunca antes se había conocido.
Puestos a pedir explicaciones, ¿por qué no las ofrece la vicepresidenta económica Nadia Calviño sobre los negocios que supuestamente estaría haciendo su marido con los fondos europeos de los que entiende y mucho su Ministerio?
O ¿por qué no explica su alarde de falsa dignidad negándose a posar solo con hombres en la foto de un acto oficial con los empresarios de Madrid y días después no tuvo inconveniente en inmortalizarse con Sánchez, el emir de Qatar y tres varones más mientras firmaba un acuerdo inversor con ese país? Pura hipocresía y mucha contradicción.
También podría explicar, puestos a exigir aclaraciones, la ministra de Justicia ¿por qué dilató en el tiempo y mantuvo abierta la fiscalía la investigación sobre el Rey Juan Carlos cuando debería haberla archivado mucho antes, dada la falta de indicios que lo justificara?
Y ya puestos a exigir disculpas me pregunto cuándo las ofrecerá Sánchez por mofarse de los guardias civiles y policías nacionales enviados por Rajoy a Cataluña para garantizar la seguridad y la convivencia ante el desafío de los golpistas independentistas y su ilegal referéndum . El término «piolines», en referencia al crucero atracado en el puerto de Barcelona donde pernoctaban algunos de esos policías y guardias, empleado despectivamente por Sánchez en el Congreso, es el mismo que utilizaron de forma despreciativa sus actuales socios secesionistas en aquellos días de furia «indepe». ¿Es casualidad o más bien la necesidad de agradar una vez más al entramado Frankenstein del que depende para seguir en la Moncloa sugiriendo que, mientras Rajoy enviaba fuerzas represoras a Cataluña, él manda a la selección española de fútbol? Más bien parece lo segundo y, en todo caso, Sánchez, no se disculpará porque la petición de perdón es incompatible con la soberbia y el engreimiento, rasgos muy característicos de su personalidad.