El gurú Sánchez llega al foro de Davos
Hoy viaja a la gran cumbre suiza, y como les cuente toda la verdad, los amos del universo van a pasar un rato curioso…
El Foro de Davos, fundado en 1971, reúne en la ciudad alpina suiza del mismo nombre a los líderes y gurús mundiales, que aportan sus recetas de salón para la prosperidad global. A 1.560 metros de altitud, en el hermoso valle del río Landwasser, disertan casi siempre ajenos a los problemas de las personas corrientes. Por ejemplo, se suelen fumar que en Occidente las clases medias llevan más de una década con su poder adquisitivo estancado y que en las regiones más postergadas de esos países anida un malestar cada vez más enconado, que ha espoleado una reacción política populista. Pero de todo eso se habla poco en Davos.
Desde hoy hasta el miércoles, los amos del universo reunidos en la montaña mágica suiza podrán disfrutar de una oportunidad única: la presencia del líder global de referencia de la socialdemocracia, el feminismo y el ecologismo. Es decir, Sánchez, que se va a tirar un par de días por allá, según su prensa-botafumeiro con el objetivo de «seducir a las grandes del microchip».
Sabido es que Sánchez ha reunido en la Moncloa el mayor ejército de asesores, fontaneros, estrategas de imagen, escritores de discursos, aduladores de cámara y peluqueros-maquilladores con que jamás haya contado un presidente español. Pero aún así, creo que todos debemos echar una mano en la medida de nuestras posibilidades para contribuir a que la presencia en Davos de nuestro líder sea un nuevo éxito del presidente «progresista». Con toda humildad y el mayor espíritu constructivo, envío desde aquí mi modesta contribución a la gira por Davos, un posible borrador de discurso con el que a buen seguro se metería al foro helvético en el bolsillo:
Dear friends y «friendas», amigas y amigos:
Mi autobiografía, que me escribió una negra a la que tenía empleada a sueldo del erario público como secretaria de Estado del Gobierno que yo presido, lleva el significativo título de Manual de resistencia. Considero que del gran ejercicio de resiliencia que refleja la autobiografía de Mi Persona pueden extraerse muchas enseñanzas para fomentar el bien común. Así que me voy a permitir extractar someramente mi trayectoria, a modo de espejo donde podrán mirarse generaciones venideras de seres y seras humanos y humanas.
Aunque en mis días en la oposición afirmé rotundamente que nunca llegaría al poder con el apoyo del independentismo, tengo el honor de haberlo alcanzado gracias a una alianza tejida en secreto con un partido separatista antiespañol, que el año anterior había dado un golpe de Estado para intentar la independencia de Cataluña. Yo mismo, como jefe de la oposición, ayudé en 2017 a parar aquel golpe, interviniendo la autonomía con el artículo 155 de la Constitución y apoyando el envío allí de fuerzas de seguridad para reponer la legalidad. Pero la realidad es dinámica, queridos amigos y amigas. Así que más tarde indulté a los golpistas, porque me venía bien para mantener la poltrona, y ahora hasta me puedo permitir el lujo de insultar en el Parlamento a los policías cuya presencia allí apoyé en 2017, lo cual me hace más simpático ante mis socios antiespañoles, que reconozcamos me tienen pillado por salva sea la parte. Por cierto, incluso he sumado a mi coalición al partido de ETA, banda terrorista que en su día asesinó salvajemente a una docena de miembros de mi partido. He alcanzado un buen acuerdo con ellos para ir sacando a la calle a todos los sicarios etarras a cambio de su apoyo. Como le decía al principio, Manual de resistencia y tira millas. Así funcionan las cosas, ya lo decían Maquiavelo y Capone.
Mi experiencia señala la conveniencia de cuestionar viejos tabúes que todavía lastran la política en algunos países occidentales. Por ejemplo, yo creo que mentir es bueno, siempre que te ayude a mantener el poder. Mi vivencia particular es que al final no pasa nada por engañar a la ciudadanía y tomarla por imbécil. En las elecciones de noviembre de 2019 me presenté garantizando que endurecería las leyes contra el separatismo y que jamás gobernaría con los comunistas populistas. Pero luego hice todo lo contrario, y aquí sigo, alto y guapo, como pueden comprobar.
No puedo obviar aquí en Davos, por supuesto, lo que ha supuesto la pandemia. Considero que hemos sobrevalorado su impacto político. Yo llegué tarde al problema, porque estaba haciendo el maulas con una manifa feminista. Luego apliqué un encierro anticonstitucional, que me ha costado dos sentencias del TC. Después, al ver que la cosa era chunga y no podía con ella, pasé de todo, me largué a la playa y le enchufé el problema a los gobiernos regionales. He escondido las cifras reales de muertos, he inventado «comités de expertos» y ránking de test donde quedábamos entre los mejores y que no existían. Empapelé España con carteles de «Saldremos más fuertes» pagados con dinero público, pero sufrimos la mayor caída del PIB de la OCDE. Prometí una recuperación rápida y en forma de V, pero somos el país de la UE que peor está remontando. He camuflado las cifras de paro inflando el empleo público a lo bestia. Las predicciones económicas de mi Gobierno son un chiste universal, porque no damos una, y he dejado las arcas públicas tiritando, probablemente semiquebradas (como descubrirán los que vengan, pero para entonces yo ya espero estar paseándome por ahí con un buen chollo en la UE).
La verdad es que al final puedo hacer lo que me dé la gana, porque todas las televisiones reman a mi favor, porque los empresarios no se atreven a levantar la voz, porque tengo comprobados a los sindicatos, porque la prensa está en crisis y porque los intelectuales españoles tienen más miedo a mojarse que un esquimal a un veraneo en el Sáhara.
Por último, no puedo dejar de hacer una alusión a la regeneración de la vida pública, el móvil con el que justifiqué mi asalto al poder mano a mano con los golpistas separatistas. Aquí también hemos avanzado. He batido récords de nepotismo y hasta me he inventado un puesto público para dar un curro a mi mejor amigo, que estaba en el paro. No ha pasado nada, por supuesto, porque en la izquierda tenemos bula y la corrupción solo cuenta si es de derechas. He intentado cargarme a Montesquieu y someter al poder judicial para controlarlo por completo, y estuve a punto de lograrlo, pero me cortó la operación la UE. He puesto al frente del instituto público de sondeos a un miembro de la Ejecutiva de mi partido, que me hace unas encuestas en las que nosotros siempre goleamos (aunque luego perdamos), y he colocado de fiscal general a mi ministra de Justicia, a pesar de que en unas grabaciones se la escuchaba riéndose en una comilona con un policía corrupto mientras recordaban una historia de sexo con menores. También me he cargado a la jefa de los servicios secretos para darle el gusto al jefe de los golpistas separatistas, desacreditando así al espionaje español a ojos del mundo en víspera de una cumbre de la OTAN. Por último, no puedo pisar la calle, porque cada vez que lo hago la gente me abuchea. Pero aquí sigo, amigos y amigas, Manual de resistencia, porque cada día que pasa es una noche más en la Moncloa, y al final eso es lo único que importa.
Muchas gracias a todas y todos. A la salida pueden comprar ejemplares de mi libro, y por un precio no mucho más alto se incluye un vale con una visita guiada a mi Falcon personal. Salud y suerte.