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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Las muchedumbres

Trescientos manifestantes provenientes de treinta asociaciones, es decir, 10 manifestantes por asociación, lo que da a entender la indignación que ha provocado la visita de un español libre de culpas a su patria

Desde siempre he envidiado la capacidad de convocatoria de las izquierdas. Ahí tienen, como ejemplo, la gala de los premios Goya. Sin esfuerzo, consiguen abarrotar de subvencionados una sala de cine que nunca se llena cuando se proyectan sus películas. Y con gente importante del cine español, como Anabel Alonso, que no se prodiga en absurdos saraos. Jamás, a pesar de la insistencia en invitarla, ha acudido a la gala de los Oscar. Lo dijo Francis Ford Coppola, comiéndose las lágrimas: «Otro año sin Anabel». El cine americano no se entera de nada. Producen películas de segundo orden, como la trilogía de El Padrino o las cosas de John Ford. Julius –Groucho– Marx puso a Hollywood en su sitio. No puedes esperar que el público se interese por una película (Sansón y Dalila) en la que las tetas del protagonista (Victor Mature) son más grandes que las de la primera actriz (Hedy Lamarr). Aquí en España hacemos mejor cine, y siempre las tetas de la protagonista (Penélope Cruz o Anabel Alonso) son más grandes que las de Pepe Viyuela. De ahí que el público, enloquecido y eufórico, prefiera los Goya a los Oscar. Y ese triunfo incuestionable le corresponde a nuestras cultas izquierdas, con Adriana Lastra y Lilith Verstrynge a la cabeza.

La capacidad de ilusionar a las masas, mansas muchedumbres, es patrimonio de las izquierdas. Sea tomado como muestra la última convocatoria. Liderada por las Juventudes del PSOE y su atractivo presidente en Huesca, Pablo Teixidó, treinta asociaciones de izquierdas, socialistas, republicanas, comunistas, podemitas, animalistas, ecologistas sandías, ecologistas coñazos, abortistas y plurisexuales, se han manifestado en Madrid contra la presencia en España del Rey Juan Carlos I, la Monarquía y la Constitución de 1978. Ya es difícil reunir a treinta asociaciones de esa importancia. Y no defraudó la convocatoria. En una plaza de la Villa y Corte, los convocantes lograron juntar, apiñar y congregar a 300 manifestantes, con sus banderas rojas y sus trapos republicanos, no del todo coincidentes estos últimos en su coloración, la mitad de ellos con la franja inferior morada y la otra mitad, azul. Entre ese barullo de oriflamas, también «ikurriñas» y estrelladas de ERC, ofrecieron un espectáculo colorista y multitudinario, sencillamente impresionante. Trescientos manifestantes provenientes de treinta asociaciones, es decir, 10 manifestantes por asociación, lo que da a entender la indignación que ha provocado la visita de un español libre de culpas a su patria.

Un análisis pormenorizado de los 300 asistentes a la magna concentración republicana, ayuda a comprender el éxito de la convocatoria. Varones jubilados –al menos por su aspecto–, y mujeres bastante feas. Creo que los servicios de propaganda y estética no supieron inmortalizar el acto seleccionando a los manifestantes. Más que una manifestación de futuro, nos documentaron con una muchedumbre de trescientas personas pertenecientes a un lejano pasado, y en este punto, creo que los organizadores de la multitudinaria convocatoria erraron con holgura.

No es sencillo reunir a 300 personas en Madrid. La capital de España es una ciudad muy suya, y aunque se sienta indignada por cualquier motivo, no aporta cantidades de vecinos que conformen una muchedumbre.

Recuerdo que, años atrás, en una conocida discoteca, se celebraba todos los años la gala de entrega de premios que organizaba Titi Severino. Los premiados recibían de la propia Titi Severino una «T» de plata muy codiciada. Y asistían a la gala más de 600 personas. Pero aquello era una excepción. En la magna concentración antimonárquica que nos ocupa, no se entregaban premios, y conseguir la asistencia de 300 personas nos hace temer aquellos originales vítores que emitió con contundencia nuestra nueva «Pasionaria», Lilith Verstrynge: «¡España, mañana, será republicana!». Con esa cantidad de gente y treinta asociaciones, es más que posible.

Y claro, me siento muy preocupado al respecto.