El mentiroso
A quien de verdad debía dar explicaciones Sánchez era a los independentistas, en cuyas filas estaban los espiados. ¿Qué hizo nada más subirse al estrado? ¿Atacar a quienes le acosaban por este asunto? Por supuesto que no. Arremetió contra el Partido Popular que ha respaldado la actuación del CNI en todo momento
Lo de Sánchez ayer en las Cortes cruzó una nueva línea que no tiene retorno posible. El problema ya no es mentir. Sabemos que eso en la política española se ha convertido en un ardid irrelevante. Antes, cuando pillaban a un político mintiendo, tenía que dimitir. En la mayoría de las democracias occidentales sigue siendo así. A Sánchez, cada vez que miente –y todos sabemos que lo hace a diario– lo aclama toda la entropía que lo sostiene, orgullosa de que mienta. Una sociedad que tiene unos representantes así es una sociedad muy enferma. Pero hay enfermedades que algunos llevan con gusto.
Sánchez tuvo ayer el descaro de decir que «el Gobierno ni conoce ni decide la operación de los Servicios de Inteligencia». Y como bien dijeron por una vez desde el independentismo, no sabemos qué sería peor. Que lo supiera –eso les parece mal a los nacionalistas, no a mí– o que no lo supiera. Porque lo segundo quiere decir que los Servicios de Inteligencia españoles no están sometidos al control del Gobierno. ¿Pretende asegurarnos Pedro Sánchez que la anterior jefa del CNI, Paz Esteban, actuaba por libre? ¿Fue destituida por traición? Porque espiar a socios del Gobierno de la nación sin consentimiento del presidente del Gobierno sería un acto de traición incuestionable. Cuando menos deberían haberla denunciado ante los tribunales de Justicia por tan gravísimo proceder. Además de la traición que representaría que el magistrado encargado de dar las autorizaciones de realizar esas escuchas lo hubiera hecho sin la certeza de que estaba actuando de conformidad con el presidente del Gobierno y la ministra de Defensa. Pero ya sabemos que Margarita Robles en esta batalla está escondida debajo de la mesa de su despacho de ministra.
La degeneración de la democracia española es grave y ayer se manifestó de forma incuestionable. A quien de verdad debía dar explicaciones Sánchez era a los partidos independentistas, en cuyas filas estaban los espiados. ¿Qué hizo nada más subirse al estrado? ¿Atacar a quienes le acosaban por este asunto? Por supuesto que no. Arremetió contra el Partido Popular que ha respaldado la actuación del CNI en todo momento. Porque es el PSOE quien no puede sostener el recto proceder de nuestros servicios al necesitar de los votos de sus socios. Y esta agonía se puede prolongar diecisiete o dieciocho meses más en los que los aliados de Sánchez no le van a derribar porque saben que nunca tendrán un presidente del Gobierno al que puedan ordeñar más concesiones y Sánchez no va a adelantar las elecciones porque también sabe que ni con el férreo apoyo del duopolio mediático podrá evitar su derrota en unas elecciones.
No paramos de mejorar.