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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Aquella honradez

Con don Santiago Bernabéu no sólo se fue un presidente irrepetible y un dirigente reconocido y respetado en todo el mundo. Se fue la honradez, la decencia, la austeridad y la honra

Se han cumplido 44 años del fallecimiento de don Santiago Bernabéu. Con el cáncer muy avanzado, prestó al Real Madrid su último servicio. Viajó junto a Molowny y Santisteban a Colonia, para asistir a un partido entre el Colonia y el Borussia Mönchengladbach. Molowny tenía que seguir e informar de Bonhoff, que meses más tarde ficharía por el Valencia, y Santisteban de Simonsen, que terminaría en el Barcelona. Terminado el partido, en el palco, les pidió su opinión, y uno y otro recomendaron sus contrataciones por ser muy buenos jugadores para el Real Madrid. Bernabéu se encaró con ellos. «Parece mentira que habiendo sido tan buenos futbolistas, no tengáis ni puñetera idea de fútbol. Ni Bonhoff ni Simonsen. Bajad al vestuario y contratad al hijoputa de los bigotes, que es un fenómeno». Se trataba de Stielike. El último gran acierto de Bernabéu.

Se adelantó a los tiempos. Levantó uno de los estadios más grandes del mundo y creó un equipo invencible. El fútbol nacional se quedaba pequeño y acudió a la llamada del diario francés L´Equipe para fundar la Copa de Europa, hoy Liga de Campeones. Durante su mandato, el Real Madrid ganó en seis ediciones y le robaron la séptima los árbitros ingleses Ellis y Leaf. El segundo anuló cuatro goles legales al Real Madrid por orden de la Uefa. Pasó el Barcelona, pero los catalanes perdieron la final. Le preguntaron cuáles eran, en su opinión, las dos mejores delanteras de la Historia del Real Madrid. «Una de ellas, Kopa, René Petit, Di Stéfano, Puskas y Gento. Pero aún mejor, Muñoz-Lusarreta, Raimundo Saporta, Di Stéfano, Antonio Calderón y Agustín Domínguez». Di Stéfano figuraba en las dos grandes delanteras, y en la segunda –la mejor–, acompañado de cuatro directivos y gerentes del club. «Cuando uno conoce sus limitaciones se tiene que rodear de personas mucho más inteligentes, y ése ha sido mi único mérito».

Bernabéu era políticamente liberal. Y monárquico. Cuando jugaba en Portugal, visitaba a Don Juan y a Doña María en «Villa Giralda» acompañado de todo el equipo, lo que le valió más de un contratiempo con el Régimen. Y con una enorme timidez. En una cena de amigos, su mujer, doña María Valenciano, bebió en los postres algún chupito de más, y ante el estupor de don Santiago le formuló en público la siguiente y agobiante pregunta: «Santiago, ¿verdad que me quieres mucho?». Bernabéu no sabía dónde meterse, y con el rostro escarlata por el rubor le respondió: «Sí, María, sí, te quiero mucho, pero no me lo recuerdes».

También era caprichoso. Cuando el Real Madrid perdió su primera final contra el Benfica de Lisboa, Di Stéfano vio en el mozambiqueño Eusebio a su sucesor. Y acompañado de Puskas y Gento se reunió con el fenómeno portugués, que estaba deseando jugar en el Real Madrid. Fueron al despacho de Bernabéu a contarles la buena noticia: «Don Santiago, tenemos a Eusebio a tiro. Vendría feliz al Madrid». Aquella mañana Bernabéu se había levantado con el pie izquierdo y los mandó a paseo.

«No quiero futbolistas negros con bigote». Años antes había fichado a Didí, que era negro y llevaba bigote, y fue un fracaso.

La enfermedad fue apagando a don Santiago. Al fallecer, la Junta Directiva del Real Madrid, sin hacer uso del dinero del club, regaló a su viuda, doña María Valenciano, un aparato de televisión en color, que ya se comercializaban en 1978. Un Grundig de 18 pulgadas. Don Santiago, por cuyas manos pasaron decenas de miles de millones de pesetas, no pudo permitirse el lujo de regalárselo. Con él no sólo se fue un presidente irrepetible y un dirigente reconocido y respetado en todo el mundo. Se fue la honradez, la decencia, la austeridad y la honra.

El Rey Don Juan Carlos se lo anunció en el descanso de un partido en el Bernabéu. «Santiago, quiero concederte un título». «Señor, me estoy muriendo. Y no tengo hijos. No me veo de marqués agonizante. Pero me emociona que lo haya pensado Vuestra Majestad».

En el cementerio de Almansa, junto a los de su madre, descansan sus huesos decentes.