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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Andalucía, tumba del sanchismo

Sánchez repite en Andalucía lo que hizo en Madrid: tratar a los votantes de enemigos y tratarles como Putin a Zelenski

Uno de los tres peores oficios del mundo, junto al de limpiador de letrinas ambulatorias en un congreso de Bildu y el de cuidador sin papeles de Pablo Echenique, es el de candidato del PSOE a la Presidencia de la Junta de Andalucía.

Apareces por ahí con el armario lleno de cadáveres, con dos presidentes condenados; el hermano de un tercero imputado y la cuarta, en el gallinero, deseando que el rival haga contigo lo mismo que el Real Madrid con cualquiera.

Todas tus promesas quedan sepultadas bajo los incontables tomos de pruebas y testimonios de las múltiples causas de los ERES, cuando no por cáscaras de crustáceos, lucecitas de prostíbulo y viajes alucinógenos con farlopa cargada al contribuyente.

Y de remate, Sánchez, cuya propuesta más definida para un andaluz consiste en recuperar el impuesto de patrimonio para que un heredero pague cien veces más, de nuevo, por la casa de sus padres.

A Juan Espadas, que ha pasado de buen alcalde de Sevilla a pobre títere de Pedrito, los pronósticos electorales le dan parecidas opciones de ganar a las que tuvo Carmen Amaya en Eurovisión o tiene Putin de lograr el Nobel de la Paz.

La catástrofe que se avecina, ganada a pulso, confirma la tendencia de Sánchez a repetir la estrategia seguida ya con Madrid y presentar a Juanma Moreno como un Ayuso con acento, despreciando la evidencia empírica de que ese ataque es suicida: el madrileño se sintió atacado por un Gobierno que, en el viaje de intentar derrotar a su adversario político le trató como al prisionero de un conflicto donde ni siquiera se respetaba la Convención de Ginebra.

Le impuso un 155 sanitario, le quiso cerrar negocios, le abandonó con la epidemia que primero extendió por no suspender el 8M y, cuando el resultado de todo eso fue un batacazo electoral sin precedentes, insistió en la estrategia anunciando una subida de impuestos a la fuerza y exigida por ERC.

Llamar «paraíso fiscal» a la región que más generosamente contribuye con el resto, mientras se aumentan los privilegios al País Vasco y Navarra y se añaden los de Cataluña; es la curiosa manera de aplicarse la eutanasia que el PSOE ha elegido para las tres próximas décadas, apostándolo todo a convertirse en un partido extraparlamentario.

Andalucía tiene por ello la posibilidad de matar dos pájaros, o tres, de un único disparo: alejar al PSOE de San Telmo, expulsar a Sánchez de Moncloa y marginar a Podemos, todo a la vez, está en manos de los andaluces el 19 de junio, que puede ser fiesta nacional en adelante si el buen juicio de los votantes les lleva a dar la respuesta al sanchismo que media España querría darle y no puede.

Y tal vez no pueda si Sánchez, la mayor calamidad que le ha ocurrido a España desde la Guerra Civil, reinterpreta la ley para estirar la legislatura hasta comienzos de 2024, considerando chapuceramente que su tétrico ciclo comenzó cuando conformó Gobierno y no cuando se cumplen los cuatro años reglamentarios de las últimas elecciones.

Eso es lo que le queda a Sánchez por hacer: tratar a las regiones más prósperas de España como Rusia a Ucrania, si están gobernadas por el PP; bajarse los pantalones hasta las pantorrillas con los peores personajes del país, se llamen Otegi o Villarejo; y coquetear impúdicamente con la manipulación y el caciquismo para prolongar su agonía y, quién sabe, si hasta para ir horneando pequeños pucherazos.