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GaleanaEdurne Uriarte

La ultraizquierda que viene en Francia

El problema afecta a una buena parte de la derecha europea, fascinada por los discursos progresistas sobre los extremismos y populismos de derechas que asuelan Europa, mientras que es el extremismo y el populismo de izquierdas el que amenaza la libertad en Francia

Francia es ese país donde la izquierda que llevaba años alertando sobre el peligro de la ultraderecha se ha integrado en una coalición de ultraizquierda que hasta podría ganar las elecciones legislativas cuya primera vuelta se celebra mañana. Ese Partido Socialista que tantas veces presionó al centroderecha francés para no llegar a acuerdos con los Le Pen se presenta mañana integrado en Nupes, la coalición extremista liderada por Jean Luc Mélenchon, el Pablo Iglesias francés. Con lo que hay que reconocerles a los socialistas franceses que han superado a Pedro Sánchez, quien, coaligado con la ultraizquierda, clama cada semana contra la ultraderecha mientras ellos se integran directamente en el Podemos francés y se ponen a las órdenes de Mélenchon.

Según las encuestas de las últimas horas, como la de Ipsos-Sopra Steria, Nupes llega a la primera vuelta empatado con el Ensemble de Macron, con un 27,5 por ciento de intención de voto para Mélenchon y un 28 por ciento para Macron, con el RN de Le Pen en tercer lugar, con el 20 por ciento y con el centroderecha de Los Republicanos hundido con el 11 por ciento. El líder de esa coalición en la que están los socialistas acaba de decir esta semana que «la policía mata», que hay que «acabar con el empleo desastroso de la fuerza» y con el «paroxismo de la violencia». Es solo una muestra de una izquierda simpatizante del movimiento populista y bolivariano de América Latina que ha renovado el socialismo y comunismo tradicionales con el identitarismo, el ecologismo radical y lo que llaman la democracia participativa.

Un programa económico anticapitalista muy semejante al podemita español se combina con un antieuropeísmo que va a ensombrecer hasta a Víktor Orbán, y con un inquietante pro-islamismo que busca hacerse con el voto de origen inmigrante y que atrae a los sectores musulmanes más autoritarios y contrarios a la igualdad. Y con amenazas de recurrir «a la calle» si no ganan: «Habrá que buscar la victoria en la calle si las cosas no salen como prevemos en las legislativas», dice la diputada Clémentine Autain, inspirada quizá por el «Rodea el Congreso» de Podemos, o por el asalto al Capitolio en Estados Unidos. Esto pasa en una de las grandes naciones europeas cuyos intelectuales y políticos llevaban muchos años asegurando que la amenaza a la democracia y a Europa estaba en la extrema derecha.

Es una lección y un aviso para Europa, pero también para el centroderecha europeo que tantas veces ha asumido la vara de medir de la izquierda intelectual y política sobre los extremismos. Esa vara según la cual los fascismos y el nazismo son rechazables, pero no así el comunismo, lo que ocurre exactamente igual en Francia y en España. Y que seguramente explica en buena medida el hundimiento del centroderecha francés, incapaz de tener liderazgo frente al discurso dominante de la izquierda, con Valérie Pécresse como último ejemplo de ese liderazgo dubitativo y fallido. El problema afecta a una buena parte de la derecha europea, fascinada por los discursos progresistas sobre los extremismos y populismos de derechas que asuelan Europa, mientras que es el extremismo y el populismo de izquierdas el que amenaza la libertad en Francia.