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GaleanaEdurne Uriarte

Mónica Oltra, símbolo de la política sucia

La culminación de la política sucia de Oltra es el uso de ese argumento, el fascismo, para justificar su negativa a ser coherente y dimitir, tal como ella había exigido a los políticos imputados que atacaba

La democracia española tiene, como todas, un problema de corrupción, pero también otro de suciedad. De políticos corruptos, pero también de políticos que usan la corrupción para hacer juego sucio contra sus adversarios, lo que degrada la calidad de la democracia tanto como la propia corrupción. Y Mónica Oltra es un lamentable símbolo de esa política sucia.

Recuerdo bien aquellas exhibiciones con camisetas en las que llamaba «chorizos» a los políticos del PP, cuando se paseaba por las instituciones y por los medios de comunicación insultando y exigiendo dimisiones inmediatas de todos los imputados. Ella era puro populismo, casquería política, exhibición impúdica de falta de cualquier principio ético, destruyendo con saña, como hacía, la presunción de inocencia. Pero igual que recuerdo la indignación que me provocaba, tampoco he olvidado mi asombro por la satisfacción con que era acogida hasta en los medios de comunicación más serios. Aquella política sucia encontraba un sinfín de personas encantadas de promocionarla y de difundirla.

Esto era y es Mónica Oltra, la destrucción de la presunción de inocencia y el uso de la corrupción para acabar con el adversario y no con la corrupción. Conviene repasar toda la inmundicia que desplegó contra Francisco Camps y contra Rita Barberá, el daño que hizo a esas personas, pero igualmente a la limpieza de los métodos en política, tan importantes como en el resto de actividades de la vida. Afortunadamente, la era de internet nos permite contar con todos los documentos sobre Mónica Oltra, y que bien podrían usarse como un estupendo material para un curso de ética política.

El punto álgido de esa política sucia fue el uso de la mentira y de la frase política del juez De Prada por Pedro Sánchez para montar una moción de censura contra el PP. Y esos métodos tienen consecuencias, en la destrucción de personas inocentes y en la degradación de la calidad de la democracia. Como demuestra la actitud de la izquierda gobernante ante la corrupción, con la defensa de Chaves y Griñán, que acaba de hacer el expresidente Zapatero, y que hace habitualmente Pedro Sánchez mientras llama «mangantes» a los políticos del PP. En una reiterada demostración de que su objetivo no es acabar con la corrupción, sino acabar con el adversario. Y hacerlo como sea, sin que importen los métodos.

Ese «como sea» incluye el revelador silencio de todo el feminismo gubernamental, que habría provocado un escándalo nacional en caso de que hubiera sido un político de la derecha el imputado por lo mismo que Oltra. E incluye igualmente un argumento habitual de contraataque de la izquierda, el fascismo. La culminación de la política sucia de Oltra es el uso de ese argumento, el fascismo, para justificar su negativa a ser coherente y dimitir, tal como ella había exigido a los políticos imputados que atacaba. Puro disparate acorde con aquellos espectáculos que protagonizaba con las camisetas de los chorizos. Falta que se ponga otra de chorizos y fascistas. Y que se vaya, porque la política ética no tiene esperanza si personajes como éste sobreviven a sus lamentables y dañinas trayectorias.