Por qué va a arrasar Feijóo y nadie va a votar a Pedrito
Sánchez vive en una delirante Agenda 2030 mientras los ciudadanos no tienen agenda para llegar a final de mes y encima soportan injerencias hasta en el último rincón de sus vidas
Anda buscando el PSOE explicación a sus debacles, como si alguna vez hubiera tenido éxito. Conviene no confundir haber logrado el objetivo de convertir a Sánchez en presidente con gozar de un gran predicamento. En tiempos solo se lograba fama si primero se tenía prestigio, pero ya desde hace lustros se puede obtener sin disponer de mérito alguno o, incluso, presentando una hoja de servicios repleta de naderías, vergüenzas y desastres.
La repetición de un rostro en televisión garantiza la popularidad de personajes que no merecerían ni la atención de un anquilostoma, el parásito habitual de las cucarachas demostrativo de que siempre hay algo peor en la cadena.
Pues bien, la aritmética parlamentaria obra el mismo milagro y convierte en presidente al candidato con menos diputados propios de la historia: Sánchez no tiene prestigio, pero logró la fama, al menos para las Entamoeba histolytica, otro de los okupas del asqueroso bicho que nos sirve de guía, con perdón para el insecto por la comparación.
No es de extrañar que no sepa, o no quiera saber, qué demonios le ocurre para obtener parecido fervor popular al que provocan una subida de impuestos, una colonoscopia sin anestesia y un funeral de una vecina, todo junto.
Pero aquí se lo explicamos. Verá, presidente: a usted le han dado otra paliza electoral, como siempre salvo en una ocasión en que las disputitas y grititos entre PP, Vox y Cs camuflaron la evidencia; porque vive en la Agenda 2030 y 2050 cuando la gente sobrevive en la agenda de aquí a final de mes.
Y porque, además de ese contraste entre sus desvaríos y la dura realidad, usted se dedica a perturbar, alterar y ofender hasta el último reducto de la vida de los ciudadanos con una miríada de decisiones que en el mejor de los casos son un despropósito y en el peor, que es el habitual, un atraco y un abuso.
No contento con ver empobrecerse a todo el mundo y morir a unos cuantos, entre crisis y pandemias, ha aprovechado usted para imponer como un martillo pilón todas las sandeces que se le pasaban por su cabeza de niño bien con dos cachetes pendientes o por las de sus delirantes socios, una colección de tarados con ínfulas que han pasado de hacer pintadas en el retrete del instituto a firmar en el BOE.
Desde imponer el estúpido lenguaje inclusivo hasta consentir el cambio de sexo yendo a ver a un funcionario, todo lo que ha hecho ha sido mamarracho, contraproducente o agresivo, con una contumacia que descarta el error humano y confirma la apuesta por la ingeniería social más peligrosa aprovechando que la peña está en la cola del INEM, de la gasolinera low cost o del tanatorio.
No solo es que haya vaciado el conjunto de normas, costumbres y tradiciones que diferencian a España de Sudán, por poner un ejemplo, y debilitan la estructura legal de un edificio por definición delicado; es que además se ha metido hasta en la alcoba del respetable para hacerle sentirse culpable por cómo habla, por cómo piensa, por cómo disfruta o por cómo siente.
Si a la ruina le añade la majadería y lo agita todo con la intromisión, ya tiene la respuesta: a ustedes no les vota ya casi nadie porque la gente, aunque pase hambre y tenga miedo, conserva el instinto de supervivencia. Y nadie corre hacia la escopeta ni se va de merienda con las cucarachas.