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HorizonteRamón Pérez-Maura

El suicidio de Ciudadanos

El partido que fundó y fundió Albert Rivera hoy se hunde sin remedio. Los que allí quedan hablan ahora de una refundación, pero me temo que no tienen ni los mínimos elementos necesarios para poder intentarlo

Cuando un barco se va a pique, lo más prudente es abandonarlo a mayor la velocidad posible. Para eso están los botes salvavidas. Si se está muy cerca de la costa puede caber la posibilidad de embarrancar la nave en una playa, pero eso rara vez ayuda a la supervivencia de la embarcación, que puede acabar destruida por el oleaje rompiente, si es el caso. Y si la costa tiene acantilados, ni acercarse.

Creo que todas estas metáforas son aplicables al caso de Ciudadanos, el partido que fundó y fundió Albert Rivera y que hoy se hunde sin remedio. Los que allí quedan hablan ahora de una refundación, pero me temo que no tienen ni los mínimos elementos necesarios para poder intentarlo. La única cuota de poder relevante que les queda es la de Begoña Villacís en el ayuntamiento de Madrid y las posibilidades de reeditarla parecen escasas.

Confieso que yo estuve seguro de que Ciudadanos nunca triunfaría desde el 18 de febrero de 2015, día en que, en un acto del partido en Madrid, Pedro J. Ramírez, en ese momento sin dirigir ningún medio, apareció sentado en primera fila dando su apoyo a Rivera. Ésta era la prueba del algodón de que el futuro de Ciudadanos era color teléfono antiguo, no el naranja que lucía en su logo.

En 1974, cuando Carlos Arias Navarro proponía en las Cortes franquistas el espíritu del 12 de febrero, Pedro J. lo apoyó desde las páginas de ABC. Arias se apresuró a retirar su iniciativa. En la transición apostó firmemente por el liberal Joaquín Garrigues Walker y al poco éste murió de cáncer. Apostó después por Landelino Lavilla en las elecciones generales de 1982, con su célebre artículo en Diario 16 titulado «Yo voto a Lavilla». Lavilla se quedó sin partido porque todos salieron corriendo. Apoyó después la Operación Roca y el Partido Reformista Democrático de Antonio Garrigues que logró cero escaños. Apoyó a la UPyD de Rosa Díez y ésta feneció. Se inclinó por Esperanza Aguirre contra Mariano Rajoy en el congreso del PP en Valencia con el resultado conocido.

Con un currículo de apoyos como éste, yo no podía tener ni la más mínima duda de que aquello acabaría muy mal. Rivera hizo caso a Ramírez cuando éste le convenció para que no pactase con Sánchez, con quien hubiera tenido mayoría absoluta, y optase por luchar por la primacía de la derecha desbancando al PP de la jefatura de la oposición. Ahí tuvo pronto el apoyo del alumno predilecto de Pedro J. desde los mandos del grupo Vocento. Como es conocido, el batacazo de Ciudadanos fue de magnitudes ucedeicas. En término reales, Ciudadanos se suicidó. Lo que queda del partido que tantas esperanzas engendró es solo una nave zozobrada en los temibles arrecifes de la Costa de la Muerte.

La única opción digna que le queda a Arrimadas y sus tres leales es buscar un acomodo correcto para lo que queda del partido y bajar la persiana. No olviden que los esfuerzos inútiles generan melancolía. Y ya no estamos para eso. Hoy, mejor que mañana.