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GaleanaEdurne Uriarte

La disputada marca liberal

Cs tenía y tiene una contradicción insalvable con su reivindicación del liberalismo, y es su simultánea negativa a identificarse como de derechas, cuando el liberalismo, por mucho que le moleste a Cs, es una corriente de la derecha

La marca política más exitosa de las últimas décadas es sin duda la de «progresista», lo normal con la aplastante mayoría de la izquierda en todos los espacios periodísticos, culturales y académicos. Pero tampoco le ha ido mal a la marca «liberal», la más disputada en la derecha, en parte porque es la que menos rechazo suscita en unos círculos intelectuales dominados por la izquierda. La marca «conservador» vende menos, en buena medida porque se conoce peor, y, además, se conoce mal, como muy bien explicaba en estas páginas Ignacio Sánchez Cámara en un brillante artículo («Conservadurismo»).

De ahí el tradicional empeño de Cs en apropiarse del término «liberal» y expulsar al PP a lo que Cs considera el poco atractivo espacio del conservadurismo. Lo ha hecho de nuevo esta semana Inés Arrimadas, cuando ha negado toda posibilidad de integrarse en el PP, porque «ellos son liberales» y el PP «es conservador». Que es lo mismo que Albert Rivera se pasó diciendo muchos años, para acabar como ha acabado C´s, en la irrelevancia, lo que tiene bastante que ver con esto, con su confusión ideológica.

Por esa confusión ideológica auguré hace ya bastante años en mis artículos en ABC el pronto declive de Cs, augurio que me causó no pocos problemas, cuando Cs estaba en la cresta de la ola. Y es que a Cs le pasaba y le sigue pasando, en primer lugar, que se niega a reconocer que el liberalismo ya está en el PP, o que el PP, como todos los grandes partidos del centroderecha europeo, es una amalgama de liberales, conservadores y demócrata-cristianos. Pero, además, Cs tenía y tiene una contradicción insalvable con su reivindicación del liberalismo, y es su simultánea negativa a identificarse como de derechas, cuando el liberalismo, por mucho que le moleste a Cs, es una corriente de la derecha. El resultado es su identidad ideológica confusa y vacilante, algo letal en política, donde los votantes sí tienen una clara identidad ideológica, y, además, ese factor es determinante en el voto.

Cualquier encuesta muestra que la inmensa mayoría de ciudadanos tiene muy clara su posición en la escala ideológica, en contra de que lo que tantos suponen. El No sabe/No contesta no llega al 10 por ciento de los encuestados, cuando se les pregunta si son de izquierdas o de derechas, y la media de los votantes de Cs en esa escala está en el 5,3, en el centroderecha, cerca de la media de los votantes del PP, 6,6 (Barómetro de mayo de 2021 del CIS). Por lo que C´s recibe sobre todo votantes de centroderecha, que se han ido en masa al PP en Andalucía, no solo por esa confusión que Cs arrastra desde que se fundó, sino también por el fracaso de sus objetivos.

Y es que los ciudadanos, además de por identidad ideológica, votan por el logro de resultados en la resolución de problemas. Y Cs creció con la promesa de una alternativa en Cataluña y en toda España para solucionar definitivamente el problema nacionalista, frente a lo que llamaba fracaso del PP. Pero unos cuantos años después, no han sido capaces de aportar ninguna fórmula mágica para solucionar el conflicto nacionalista, estancado como está, con la inestimable ayuda de Pedro Sánchez y sus pactos. Cataluña sigue como estaba, y la disputada marca liberal ya tenía otros ocupantes.