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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Alto y agraciado

Para mí que Tezanos se está volviendo tarumba. Antaño era un fresco al servicio de otro fresco y ahora es un tarumba que se ha desmelenado

Mantuve una efímera relación sentimental con una mujer muy guapa y atractiva en mi juventud, durante la Mili. Quebró el amor cuando recibí en el CIR 16 de Camposoto su correspondencia enfadada. Le había prometido que viajaría a Madrid un fin de semana y al final me dio pereza y me quedé en el Puerto de Santa María. Y en su carta me advertía que «estaba muy enojada conmigo». «Creo que soy agraciada y no entiendo tu actitud. Estoy segura de que habrás ligado con una del sur, y por ese motivo no vienes a Madrid. No puedo superar el enojo y te deseo lo mejor, pero no vuelvas a intentarlo». Hay que aplicar un alto esfuerzo analítico al párrafo en cuestión. Era muy atractiva físicamente y estaba buenísima, pero de ahí a atribuirse la condición de «agraciada» media largo trecho y fue causa de mi espanto. Claro, que una mujer que se «enoja» es lógico que se crea «agraciada». Para colmo, «pillaba» taxis y resfriados. Más que taxis, «tasis». Y resfriados. Tarde veraniega tormentosa en Madrid, se abre el cielo, cae un chaparrón, y ella que me dice: «O pillamos un «tasi» o pillamos un resfriado». En mis años de vida yo me había constipado y acatarrado, pero jamás «resfriado». Y lo único que me había pillado era un dedo con una puerta. Pero jamás pillé «tasis». Tengo que reconocer que aquello me desanimó. Pero la carta de despedida me convenció de mi buena suerte. Una mujer que se considera «agraciada», que en lugar de enfadarse, cabrearse o mosquearse se «enoja», y que pilla «tasis» y resfriados, no era la más conveniente para mí. Y no volví a intentarlo.

Enojarse, pillar «tasis» y resfriados, y creerse agraciada, lleva irremediablemente a la degradación definitiva. «Ir al váter». A un gran amigo de la juventud, que estaba locamente enamorado de su novia, y hacían manitas y se intercambiaban cucamonas, jugándome su amistad, ensombrecí su futuro. Me lo agradeció al cabo de unas semanas. –José, lo siento mucho, pero no puedes casarte con Guiomar. –¿Por qué? Me preguntó entre colérico y abrumado. –Porque hace tres días, cuando estábamos tomando una copa en el «Richmond», te preguntó dónde estaba el «váter». –¡Yyyy? –Pues que el «váter» no existe. Ni los servicios, ni la «toilette». Está el cuarto de baño. Una mujer capaz de preguntar por el «váter» no puede hacerte feliz. Y se devolvieron los rosarios de sus madres y se quedaron con todo lo demás, como en la ranchera que cantaba como nadie María Dolores Pradera.

José Félix Tezanos, ha descubierto al fin el porqué de la manía, antipatía, desprecio y tirria que sentimos millones de españoles por Pedro Sánchez. Para mí, y no entro en hondas cañerías, que Tezanos se está volviendo tarumba. Antaño era un fresco al servicio de otro fresco y ahora es un tarumba que se ha desmelenado. ¿Por qué millones de españoles aborrecemos a Sánchez? ¿Por gobernar con los comunistas y mantenerse en el poder con los traidores a España y los herederos de la ETA? ¿Por su inconmensurable chulería y abuso del dinero público? ¿Por haber encarecido un 600% la vida de los españoles? ¿Por el peligro de que su definitiva derrota le convenza de la necesidad de dar un Golpe de Estado contra la Constitución? ¿Por sus mentiras? ¿Por sus ínfulas que sobrevuelan la psicopatía? No. Sánchez, según Tezanos –que termina de publicar un libro sobre Sánchez, manda narices–, «es envidiado porque es más alto y agraciado».

Y les aseguro que mi novia no se llamaba José Félix.