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Agua de timónCarmen Martínez Castro

Sánchez, la crisis eres tú

Se lamenta de su mala suerte y nosotros nos podemos lamentar de que en cada una de esas dificultades este Gobierno ha actuado con torpeza, con mentiras y con un profundo sectarismo

Ayer vivimos un déjà vu de las peroratas con que Sánchez nos castigó durante el confinamiento en la pandemia. Salió el presidente a anunciar otro chorreo de millones para paliar las consecuencias de la inflación desbocada y, de paso, proclamarse como lo que es: un dirigente sectario y divisivo; un populista de libro.

Sánchez se lamenta porque le ha tocado gestionar una pandemia, una erupción volcánica y las consecuencias de una guerra insospechada en Europa. Él, tan alto y tan guapo según Tezanos, no había venido a eso sino a disfrutar del ejercicio del poder: el Falcon para ir con los amiguetes de concierto, Doñana para primavera, La Mareta para el verano y un chiringuito para que su señora adorne el currículum durante su paso por Moncloa. Ni la pandemia, ni el volcán, ni la inflación estaban en sus planes y ahí le tienen sobrellevando la ayuda de los 140.000 millones de los fondos europeos que ya hubieran querido para sí otros gobernantes.

Sánchez se lamenta de su mala suerte y nosotros nos podemos lamentar de que en cada una de esas dificultades este gobierno ha actuado con torpeza, con mentiras y con un profundo sectarismo. Ayer mismo pudimos comprobar cómo entiende el presidente el ejercicio del poder: él gobierna solo para la clase media trabajadora –sea eso lo que sea, pero indudablemente bueno– y los demás –sean quienes sean, pero indudablemente malos– que se aguanten. Siempre el mismo recurso a la división de la sociedad; la polarización, los buenos contra los malos y los pobres contra los ricos; siempre el populismo de la peor especie.

Como él gobierna solo para la clase media y trabajadora, cualquier tropelía está justificada, sea el asalto a Indra, al INE o al Tribunal Constitucional. Esta es la democracia gore que nos va a deparar la etapa final de Sánchez, un constante ejercicio de violencia contra las instituciones. Lo peor no es que se vayan descosiendo los costurones del gobierno Frankenstein ante nuestros ojos, lo peor es que los espasmos de su agonía golpean a todas y cada una de las instituciones independientes cada vez con más descaro, osadía y zafiedad.

Lo ocurrido esta semana en Indra roza lo delictivo y sonroja a cualquiera que respete mínimamente la seguridad jurídica. Sánchez ha tratado a esta empresa estratégica como Putin a Ucrania; primero intentó imponer un gobierno títere y al no lograrlo, decidió invadir la compañía por las bravas. Al margen de la actuación de la CNMV, que también se juega su prestigio en el lance, la reputación de la empresa y su cotización han quedado pulverizadas.

En cuanto a la última ocurrencia de Bolaños para asaltar de una vez el Tribunal Constitucional, no es más que otra torpe cacicada para sortear los efectos no previstos de otra cacicada anterior. Cualquier chapuza y antes que admitir las propuestas del PP y las exigencias de Europa para garantizar la independencia del Poder Judicial.

Hemos tenido una pandemia, una erupción volcánica y una guerra, pero no hay mayor devastación política que la de un gobierno lanzado al asalto de las instituciones.