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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Y Sánchez se convirtió en calabaza

Las grandiosas imágenes de la cena del Prado servirán para que el matrimonio Sánchez-Gómez las exhiba en su cuarto de estar cuando todavía tengan que pellizcarse para creer la dignidad que un día ostentaron

El cuento de princesas encantadas ha terminado. Con éxito, mucho éxito, para España. Para el Reino de España, que ha desplegado toda su potencia institucional, su glorioso patrimonio y sus galas de buen anfitrión, demostrando que esta gran nación que un día fue un imperio sigue provocando admiración al mundo, incluso a pesar de sus actuales gobernantes. Nuestros mejores embajadores, Felipe VI y Letizia, han hecho el resto para que la cumbre de la OTAN haya sido todo un acierto, que además se ha coronado con un acercamiento a Estados Unidos, sellado con el aumento de la presencia americana en Rota, y la estrategia atlántica para un nuevo orden mundial, inquietante orden amenazado por China y Rusia.

Joe Biden ya estará de vuelta en casa con las encuestas en contra y una polarización política jamás conocida en su país; Boris Johnson, aterrizado en Londres, se dedicará a esquivar las balas amigas por un quítame allá unas copas; Macron, de reflexión en El Eliseo, sobre la razón por la que un partido de izquierda caduco y populista le ha madrugado las legislativas; Stoltenberg, instalado en su despacho de la OTAN, vigilará con un ojo a Putin y con otro a los aliados con los que cenó en El Prado para ver que cumplen sus compromisos de defensa…

Y el primer ministro anfitrión volverá hoy a la cruda realidad del país que ha arruinado y que ahora tiene que duplicar su gasto en defensa, para lo que reclama que un partido al que llama mangante le ayude porque sus socios son unos perroflautas. Una cruda realidad con los precios disparados por encima de los dos dígitos, justo el mes en que ha entrado en vigor el tope del gas que vendió como el bálsamo de fierabrás para que bajara la luz y no ha servido para nada; con una deuda del 118 por ciento con la amenaza de que pronto tengamos que financiarnos en los mercados sin el aval de la UE; con un crecimiento del 27,8 por ciento del número de personas que se hallan ya en riesgo de pobreza, precisamente cuando mandan los que decían que no dejarían a nadie en el camino; con el horizonte de una recesión que destruirá todo el empleo que encuentre a su paso; con un aparato oficial mastodóntico con 1.200 asesores, de los cuales 383 son solo para él; con un Consejo de Ministros con 22 carteras, la mayor parte dedicadas a gastar caudales públicos en ideología e ingeniería social; con una coalición absolutamente rota que solo se mantiene en pie por el interés electoral de PSOE y Podemos, este último un partido fallido sobredimensionado por sus nóminas y cargos públicos; con una nación a la que le escribirá su memoria democrática los herederos de los asesinos de mil inocentes; con un país, en fin, al que su presidente ha hecho un destrozo institucional inédito en el mundo occidental, lo que se ha traducido en la pérdida de cuantas urnas (salvo las catalanas) se han abierto desde que ocupa la Moncloa.

Las grandiosas imágenes de la cena del Prado servirán para que el matrimonio Sánchez-Gómez las exhiba en su cuarto de estar cuando todavía tengan que pellizcarse para creer la dignidad que un día ostentaron y que dilapidaron en enfrentar a sus compatriotas y en alimentar su vanidad enciclopédica. Imágenes que le servirán a Sánchez para prepararse un porfolio que enseñorear por Europa en busca de un buen puesto internacional. Pero, aquí, el cuento de hadas ha dado a su fin y la carroza de la propaganda se ha convertido en una monstruosa calabaza, la misma que los españoles preparan para cuando Pedro Sánchez se mida en las urnas.