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El puntalAntonio Jiménez

Tras la fiesta «otánica» llega la resaca

Sánchez cada día que pasa mengua su crédito y vende menos, por más palmaditas con Biden, abrazos y fotos durante la cumbre de Madrid

Fue Alfonso Guerra quien sentenció que España enterraba a su gente como nadie en el mundo. Vituperados, criticados, zaheridos y hasta insultados en vida reciben las mejores de las consideraciones, reconocimientos y cumplidos cuando inician el camino hacia los predios del Señor.

Ciertamente, España, igual que celebra muy bien, despide con tronío y sentimientos, fingidos o no, acordes con la personalidad del finado. Todo ello, la celebración o la despedida, forman parte ineludible de nuestra idiosincrasia y de esa manera tan nuestra de ejercer la cultura de lo efímero en la que somos líderes mundiales.

No nos sorprende por tanto, a quienes tenemos memoria histórica, el éxito organizativo de la cumbre de la OTAN de Madrid y la proyección de gran país que España ha exportado al resto del mundo desde la sede del encuentro en las instalaciones de IFEMA a la majestuosidad del Palacio Real, ponderada por Biden al Rey Felipe.

Desde los jardines de la Granja al Museo del Prado con Boris Johnson deleitándose frente a Las 3 gracias de Rubens o Macron centrado en la contemplación de La familia de Carlos IV de Goya. Sí, fue un acierto, impropio de Sánchez pero un acierto, llevarse a los jefes de Estado y de Gobierno de los países aliados a la mejor pinacoteca del mundo e inmortalizarse con las velazqueñas meninas de fondo.

La capital de España lució sus atractivos y acreditó otra vez, y son muchas, su solvencia organizadora para acoger eventos internacionales y deportivos del máximo nivel mientras los Reyes exhibieron sus magníficas dotes de representación del Estado, demostrando a los detractores de la monarquía el valor y sentido de su existencia y su necesaria continuidad. La autoestima de España como nación y de los españoles en general se ha incrementado con el éxito de esta cita internacional en Madrid en la misma proporción que ha decrecido el ánimo de cuantos la aborrecen y cuestionan, casualmente los amigos parlamentarios de Sánchez.

Concluida la fiesta «otánica», viene la resaca y los árboles no impiden ni ocultan la vista de la realidad del bosque hispano. El éxito organizativo no maquillará nunca la incongruencia de la coalición gubernamental que preside Sánchez a quien la rama populista morada de su Consejo de Ministros ha dejado otra vez en evidencia rechazando más presencia militar estadounidense en Rota y el incremento del presupuesto en defensa para cumplir con lo prometido por el propio Sánchez ante los aliados.

Apagada la última luz de IFEMA, con las delegaciones de regreso a sus respectivos países y los farolillos de la fiesta en brazos del viento, Sánchez vuelve a la cruda realidad de sus días en manos de aliados tóxicos y contrarios a todo lo que ha defendido y representado ante Biden y el resto de mandatarios. Su apelación a un «acuerdo de país» para duplicar el gasto militar y cumplir el compromiso adquirido con la Alianza es una burla, sabiendo que ese acuerdo será rechazado por una parte de su propio Gobierno y por el entramado Frankenstein que le mantiene en la Moncloa.

Una vez más será el PP, por sentido de Estado, el que le saque las castañas del fuego. No deja de ser un sarcasmo que Sánchez pueda cumplir con Biden y con la OTAN gracias a «esos poderes ocultos, que fuman puros en los cenáculos madrileños mientras dicen al PP lo que tiene que hacer», tal y como declaró en su televisión amiga durante una entrevista de audiencia descriptible, y por tanto moderada, de menos de un millón de espectadores .

El share de la entrevista que no alcanzó de lejos los dos dígitos fue, en ese sentido, inversamente proporcional al dato del IPC que superó con creces en junio el 10 por ciento. Sánchez cada día que pasa mengua su crédito y vende menos, por más palmaditas con Biden, abrazos y fotos durante la cumbre de Madrid, y eso, me temo, no lo arreglan ni los visitadores monclovitas con los que planea asaltos como los de Indra, ni los 383 asesores que tiene a su disposición y que dudo que quepan en la Moncloa.