Presidente, ¿le ha chantajeado Marruecos con su esposa?
La publicación en Francia de esa teoría obliga a Moncloa a aclarar, de una vez, si Sánchez fue extorsionado para cambiar 50 años de política en el Sáhara
La mujer de Sánchez, Begoña Gómez, ha sido objeto de no pocos ataques crueles, hasta el punto de ponerse en duda su propio sexo, con zafios bulos injustificados que impiden una aproximación razonable al personaje y obligan a toda persona decente a activar las defensas por mucho desdén político que genere su presidencial marido: si el debate propuesto es de índole personal, no hay elección posible y el bando correcto es el suyo.
Como lo fue situarse a la vera de las oficiosas primeras damas de Aznar, Zapatero, Rajoy o hasta Felipe cuando la brocha gorda, pletórica en la era de las redes sociales, sustituye al análisis fino de sus funciones.
Esa Caja de Pandora la abrieron, por cierto, los inhumanos cazadores de Ana Botella, objeto de los desprecios e inventos más vulgares que se recuerdan en milenios por el mero hecho de ser la esposa de un tipo incómodo como pocos para la progresía nacional.
Dicho lo cual, sobre Begoña Gómez sí pesa una duda que no puede dejarse a beneficio de inventario, toda vez que ha sido publicada en la prensa francesa y tiene apariencia de verosimilitud, lo que no equivale a que sea cierta: según France Soir, una mítica cabecera hoy venida a menos por caer en las manos incorrectas, la razón del cambio de Pedro Sánchez con el Sáhara está en el chantaje de Marruecos derivado de las actividades en África de su esposa.
Que Argelia sostenga el mismo discurso, sin señalar en concreto a nadie, pero ratificando la extorsión al presidente del Gobierno de España, contribuye a elevar las sospechas, consolidadas por la insólita acumulación de hechos contradictorios, silencios galopantes y justificaciones endebles: en apenas un año, Sánchez pasó de recibir clandestinamente al líder del Polisario, enemigo número 1 de Rabat; a entregarle a Marruecos la ascendencia en el Sáhara, sin explicaciones solventes de ninguna de ambas decisiones.
Y lo único que cambió entre una y otra posición irreconciliable fue que, como reveló el propio Gobierno, Sánchez fue espiado con éxito por un enemigo de fuera: nadie ha confirmado que fuera Mohamed VI, pero nadie lo ha desmentido.
Si la teoría del chantaje es verosímil, y lo es, también requiere una aclaración la derivada relativa a su mujer, cuya actividad en África al frente de un centro creado ad hoc para ella por el Instituto de Empresa acabó casualmente en fechas muy recientes, no sin antes disfrutar del repentino interés de Moncloa por impulsar planes, convenios y acuerdos con el continente africano.
Nos ahorraremos las teorías de qué pudieron extraer del teléfono de Sánchez y en qué medida aparece su esposa, aunque las conozcamos y alguna de ellas sea acongojante, por razones de elemental respeto a los afectados y de peajes deontológicos imperativos.
Pero sin entrar en ellas, es suficiente con lo que sí sabemos y ya es público para formular las preguntas y exigir una explicación: Presidente, ¿quién le espió y qué le robó? Presidente, ¿le han chantajeado y con qué resultado? Y presidente, ¿qué pinta su esposa, Begoña Gómez, en toda esta oscura historia?
Si nada de ello es cierto, por tentadora que resulte la teoría reforzada por algunos hechos ya demostrados, Sánchez haría bien en aclararlo y dar su versión al respecto, hasta donde pueda leer para no cruzar las líneas rojas diplomáticas, institucionales y legales.
Porque quien calla no siempre otorga, pero si deja una insoportable sospecha en el aire que no se resuelve clamando contra los bulos y se resume en una última pregunta, bien sencilla de aclarar: ¿Tienen algo que esconder usted o su señora, presidente? Quizá crean ustedes, con alguna razón, que no se merecen esa pregunta. Pero España menos, y está por encima de todo.