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El observadorFlorentino Portero

Tiempo de acción

Tras años de discurso vacuo esta cumbre nos proporciona un gratificante chute de optimismo, pero no debería enturbiar nuestra capacidad de análisis

La cumbre de Madrid ya es historia. Salió todo lo bien que podía salir. El equipo capitaneado por el secretario general de la OTAN, el expresidente noruego Jens Stoltelberg, logró llegar a la cita con el nuevo concepto estratégico acordado y fue capaz de superar en el último minuto el veto turco al ingreso de Suecia y Finlandia en la Organización. Si tenemos en cuenta que el nuevo documento de estrategia supone un cambio importante y que es de una claridad excepcional el mérito es incuestionable. La cumbre de Madrid es, sin lugar a duda, un hito en la historia de la Alianza.

Ahora toca actuar desde la coherencia de lo acordado y no va a ser fácil. Prestemos atención a alguno de sus aspectos más relevantes.

China es calificada como «reto sistémico» y los aspectos de su comportamiento contrarios a los valores e intereses de la Alianza son descritos de manera extensa y pormenorizada. Era algo impensable para los europeos antes de la guerra de Ucrania. Sin embargo, ahora Estados Unidos está en condiciones de exigir su reconocimiento. Su apoyo a Rusia es causa de escándalo y preocupa su utilización de este conflicto para hacer saltar los restos del «orden liberal». China está jugando fuerte y el bloque occidental ha acabado por aceptar que en el futuro no podrá seguir siendo el mercado de antaño y que su contención será meta obligada ¿Seremos capaces de renunciar a parte de este mercado cuando nuestras economías se acercan con decisión al precipicio de la crisis? A la cumbre han asistido como invitados especiales los jefes de Estado o de Gobierno de Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur y Japón. Una presencia muy significativa cuando por primera vez se señala a China como «reto sistémico». ¿Seremos capaces de asumir que el espacio Indo-Pacífico es parte intrínseca de nuestra seguridad? ¿Que China no está sólo en el Pacífico, sino en el conjunto del planeta?

Rusia ha sido calificada como «amenaza» y la descripción de su comportamiento es de una crudeza significativa. Resulta difícil imaginar que las relaciones puedan normalizarse en décadas. Mientras tanto se colocan sobre la mesa dos cuestiones de difícil cumplimiento.

En primer lugar, la combinación de sanciones económicas y renuncia a un modelo energético construido durante años ¿Estamos preparados para ello en un tiempo breve? ¿Puede Alemania renunciar al gas natural ruso sin entrar en una crisis económica sin precedentes desde el final de la II Guerra Mundial? Justo antes de la Cumbre de Madrid el G-7 se reunió en Baviera y, de nuevo, los norteamericanos hallaron serias resistencias a seguir avanzando ante la comprensible, que no justificable, actitud alemana.

En segundo lugar, el Concepto señala como meta irrenunciable la plena liberación de todo el territorio ucraniano. ¿Estamos dotando a las Fuerzas Armadas ucranianas de las capacidades militares para lograrlo? ¿Sería viable tras la reordenación del despliegue ruso? ¿Entendemos lo que para Rusia supondría la pérdida de Crimea? ¿Están alemanes, franceses… dispuestos a sufrir las consecuencias económicas de la prolongación de la guerra?

El nuevo concepto estratégico, como la declaración conjunta, supone la adaptación de la Alianza a un nuevo tiempo. Implícitamente se reconocen errores y comportamientos irresponsables. La descripción de las actuales circunstancias es tan precisa como cruda. Tras años de discurso vacuo esta cumbre nos proporciona un gratificante chute de optimismo, pero no debería enturbiar nuestra capacidad de análisis. El que el miedo haya llevado a nuestros gobernantes a aceptar la realidad tal cual es no implica que sean capaces de actuar con coherencia. De la letra pasamos a la acción y no lo tenemos fácil.