Pues sí: nos chulean con soltura
Al final ha vuelto a pasar, se han fumado la sentencia del español en la enseñanza y no ocurre nada, porque la ley ya no rige con los separatistas
Mi ilusión sería vivir en un país civilizado donde las leyes fuesen iguales para todos. No parece mucho pedir. Pero hoy en España esa premisa básica ya no se cumple. Los separatistas catalanes nos chulean con soltura y se saltan las leyes que les desagradan. Esa es la realidad en que vivimos, con un Gobierno rehén de los nacionalistas, una oposición fofa, que no denuncia esa tropelía con el énfasis debido; unos jueces catalanes que al final se han amilanado; un TC más pendiente de sus líos internos que de hacer que se cumpla la ley y unos intelectuales que solo hablan de sus ombligos narcisistas (o de la Olimpiada Gay y la apocalíptica amenaza de «la ultraderecha»).
Pero no deberíamos aburrirnos jamás de denunciar el estado de disparate que soportamos, aunque parezca predicar en el desierto de una sociedad adormilada. Aquí ha ocurrido lo siguiente:
1.-El español, uno de los idiomas más importantes del mundo y lengua oficial española, está prohibido de facto en las escuelas catalanas, a pesar de que es el idioma más hablado en las calles de la región. Además, también está prohibido rotular los locales comerciales en castellano.
2.-Tras lustros de lucha de grupos de padres, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña falló que se deben impartir en español el 25 % de las clases (¡solo un cuarto!). El Gobierno autonómico separatista respondió al minuto que jamás lo haría. Y así ha sido, porque con ellos no impera la ley que nos obliga a todos. En Cataluña no existe ya ni la Inspección Educativa del Estado.
3.-En un claro fraude de ley, lo que hicieron los partidos separatistas fue aprobar una norma exprés en el Parlamento catalán para saltarse la sentencia previa. La trampa contó con el lamentable apoyo del PSC, del presuntamente constitucionalista Illa, partido que al final es filonacionalista y palanganero habitual de los independentistas.
4.-El Tribunal Superior catalán dio varios ultimátum para que se cumpliese su sentencia. El Gobierno catalán se los pasó todos por el arco del triunfo. ¿Y qué ha hecho finalmente el Tribunal Superior catalán? Pues se ha arrugado, porque esos jueces son humanos y están hartos de dar la batalla allí sin respaldo alguno del Estado y el Gobierno. Así que se han lavado las manos y le han pasado la patata caliente al Tribunal Constitucional.
5.-¿Y qué hará el TC? Nada. Primero, porque sus sentencias son exasperantemente lentas. Y segundo, porque están más centrados en el lío interno de la renovación del Tribunal que en cumplir con su importantísimo cometido.
Conclusión: el Gobierno catalán ha vuelto a saltarse la ley sin despeinarse; como cuando pagó con fondos públicos las fianzas del Tribunal de Cuentas a los malversadores del «procés»; o como cuando obtuvo de Sánchez unos arbitrarios indultos para unos golpistas condenados hasta a 13 años de cárcel.
¿Queremos vivir en un país con exenciones legales a la carta para las regiones que enarbolen la rebeldía identitaria? Parece que sí, pues resulta evidente que no hacemos nada para evitarlo.
No existe esa «paz lingüística en Cataluña» que invocan con miopía arrobada los tertulianos «progresistas» madrileños. No hay «bilingüismo cordial», otro topicazo mendaz. Lo que existe es un idioma prohibido –el mayoritario en la calle– y otro impuesto a machamartillo en las escuelas, porque el poder separatista lo utiliza como su arma clave para forjar una identidad nacional que haga posible la independencia.
Junqueras, 3 - España, 0. Así está el marcador. Y no saben cuánto lo siento. Pero tenemos lo que hemos sembrado.