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El puntalAntonio Jiménez

Gobierno de colisión y de postureo

En los últimos días hemos asistido a cuenta del aumento del gasto militar a otra función de puro teatrillo político del que ya nos ha acostumbrado este Gobierno de desahogados

Me pregunto por qué decimos Gobierno de coalición y no de colisión, que es como certeramente deberíamos definir al nutrido y copioso Ejecutivo de miembros y miembras que preside Sánchez.

Es un colectivo de cohabitación manifiestamente mejorable, como evidencian sus cuitas y desavenencias permanentes, donde abunda el postureo y se echa en falta la congruencia y la lealtad, pero la sangre no llegará al río. Hay una línea roja que jamás se atreverán a cruzar los discrepantes podemitas: la que separa la moqueta del despacho que ocupan y el coche oficial al que se subieron por la irresponsabilidad de Sánchez, de la coherencia y la dignidad que éticamente obliga a un político a dimitir cuando no está de acuerdo con las medidas y decisiones contrarias a sus principios ideológicos y al programa electoral que respaldaron sus votantes.

En los últimos días hemos asistido a cuenta del aumento del gasto militar a otra función de puro teatrillo político del que ya nos ha acostumbrado este Gobierno de desahogados. Los ministros de Unidas Podemos, que rechazan el compromiso de Sánchez con Biden y la OTAN, exigen, en otro alarde de fingida dignidad, que se reúna la comisión de seguimiento del acuerdo social-comunista, pero no romperán la coalición gubernamental. Fuera hace mucho frío y nunca en sus mediocres vidas laborales habrían imaginado alguna vez viajar en Falcon y disfrutar de todas las prebendas y favores que otorga el poder del Estado.

Los que de boquilla y a golpe de tuit vacuo y pueril pretendían ganar el cielo por asalto, lo surcan ahora cómodamente instalados en aviones oficiales con cargo a la piel del contribuyente. Quienes prometieron viajar siempre en clase turista, (Montero dixit) vuelan a Nueva York en jet, gratis total, y en alegre y despreocupada cuchipanda. Y lo hacen porque perdieron la poca vergüenza que les quedaba y saben que sus actos no tienen consecuencias.

Sánchez, por más que se lo piden algunos «barones» y alcaldes socialistas, no pondrá fin a este mal Gobierno de colisión, consciente de que esa ruptura acortaría sus días en la Moncloa y eso es algo que no puede permitirse quien ha hecho del ejercicio del poder su razón particular y no de Estado.

Su acreditada falta de escrúpulos le sirve para convivir con los podemitas, que cuestionan decisiones del consejo de ministros, o para obviar, sin que hagan mella en su conciencia, las críticas de las víctimas del terrorismo, de Felipe González o de todos los ciudadanos con memoria, dignidad y justicia, por reescribir la historia de la Transición con los herederos de ETA. Un pacto vergonzante que le perseguirá hasta las urnas con el espectro permanente de quien negó tantas veces como San Pedro a Jesús que jamás pactaría con Bildu. La memoria acordada por Sánchez con los proetarras no puede ser democrática por ser subjetiva y de parte de quienes jalearon a los pistoleros para poner precisamente en jaque la democracia hasta intentar acabar con ella.

La complicidad política de Sánchez con bildutarras y separatistas, unido a un escenario económico adverso, hace que «barones» y alcaldes socialistas se teman el próximo mayo una repetición de lo de Andalucía en sus predios electorales y las patadas dirigidas a las posaderas de Sánchez las sufran ellos en las urnas.

Además, no es un buen síntoma que sea Zapatero quien más le pondere y se erija en el mayor defensor del Gobierno de coalición hasta el extremo de afirmar que ese Gobierno es lo mejor que le ha pasado a este país en mucho tiempo. ZP, recordemos, contribuyó a la división de la sociedad con sus leyes sectarias, dejó a España al borde de la quiebra económica y financiera y es el mismo personaje del que Rajoy dijo que era más peligroso para todos nosotros un bobo solemne que un patriota de hojalata. Como para fiarse de sus consejos y no cuestionar sus aseveraciones.