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Agua de timónCarmen Martínez Castro

De Vista Alegre al Matadero

Un proyecto que presume de sumar a base de restar

Yolanda asegura que no, aún no es líder de nada, y que serán los ciudadanos quienes decidan si finalmente lo es. Yolanda dice que en su plataforma no quiere siglas; quiere personas. Yolanda no habla de programa, sino de un nuevo contrato social y que sus armas políticas son la inteligencia, la paciencia y el cariño. En su presentación del pasado viernes en Madrid, Yolanda Díaz desplegó la misma estrategia que ha venido definiendo sus últimas comparecencias: tratar a los ciudadanos como a parvulitos. Un discurso político hecho de pompas de jabón y naderías. Parafraseando a Rajoy, no estaríamos ante un ejemplo de política para adultos, sino política para bebés.

Hasta ahí podría llegar la crítica si asumiéramos que la colección de frases hechas e inanes de Yolanda Díaz en su presentación en Madrid fueran sinceras. Tendríamos que limitarnos a advertir sobre los riesgos de confiar la gestión de los asuntos públicos a alguien frívolo que no tiene programa o si lo tiene lo esconde. Pero eso sí sería un error propio de parvulitos o, lo que es peor, de idiotas, porque Yolanda Díaz tiene una larga trayectoria en la extrema izquierda más radical. Por más que ahora se vista de rosa y luzca melena californiana Yolanda Díaz no es una Farah Fawcett de mercadillo, sino una férrea militante comunista tratando de embaucarnos.

El primer aviso que debe ponernos en alerta sobre lo que esconde el buen rollito de Yolanda, aunque solo sea por sus reminiscencias históricas, es su llamada a constituir un movimiento ciudadano. Aquí asomó la patita el lobo del totalitarismo que todo buen comunista lleva dentro, esa crítica a las legítimas diferencias entre los partidos políticos para atribuirse la representación del conjunto de los ciudadanos al margen de las instituciones del sistema democrático. Comunistas y fascistas siempre han compartido ese mismo argumento, a las democracias decadentes por las disputas entre partidos políticos se las sanea eliminando los partidos y la propia democracia.

A la presentación de Yolanda en Madrid no asistieron ni Irene Montero ni Ione Belarra ni Pablo Echenique ni Íñigo Errejón. Se les pidió expresamente que no asistieran. Tenía que haber personas y no políticos ni siglas. Pero sí había un político presente además de la propia Yolanda: era Enrique Santiago, el Secretario General del Partido Comunista de España. Mientras Yolanda en el escenario hablaba de inteligencia, paciencia y cariño, su hombre de confianza en las bambalinas, se encargaba de dejar fuera del plano a todos los demás dirigentes de otras fuerzas de izquierda. Un proyecto que presume de sumar a base de restar. ¡Qué gran homenaje a Orwell!

En el fondo, todo lo que Yolanda nos ofreció el viernes es el mismo populismo que nos ofreció Pablo Iglesias hace siete años: de Vista Alegre al Matadero. El viejo comunismo de siempre buscando nuevos incautos, pero con el PCE descaradamente al mando. El partido único, haciéndose la rubia.