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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Curiosos ecos del submundo

Resulta interesante ver a Iglesias revolviéndose contra la tele que lo inventó y, como siempre, con Villarejo como perejil del guiso

Decir esto no agradará en un gremio tan narcisista como el mío. Pero creo que la piedra angular del periodismo no somos los periodistas. La auténtica clave es la presencia de buenos editores, que hagan posible la existencia de medios honorables, fiables y viables. ¿Y en qué consiste el trabajo de un buen editor en el sentido clásico del término? Pues ante todo en definir unos principios editoriales y hacerlos cumplir. Además, para que el medio sea libre debe conseguir hacerlo rentable, aunque nunca a costa de contravenir su ideario y mercadear con él. Por último, los grandes editores clásicos operan un poco como los armadores: son los dueños del buque y definen su singladura, pero una vez que zarpa dejan hacer al capitán, el director, que es quien manda en el día a día de la nave de la Redacción. Y si el capitán mete el barco en los arrecifes tocará relevarlo, por supuesto.

Desgraciadamente, España se ha ido quedando sin sus grandes editores vocacionales de antaño, aunque surge alguno que invita a la esperanza. Poco a poco han sido sustituidos por empresarios de la información, ejecutivos que situaron los intereses crematísticos por encima de cualquier consideración moral. La pura pela se antepuso a los principios editoriales. Se ha dado incluso la paradoja de que algunos propietarios lanzan medios opuestos a su ideología personal para ganar dinero. Hacen negocio predicando lo contrario de lo que ellos piensan.

Todo lo anterior puede parecer una plomiza disquisición para aficionados al periodismo. Pero es tan importante que ha definido la política española de los últimos años. Estamos gobernados de nuevo por un Frente Popular (aunque como dijo Marx, la historia se repite primero como tragedia y luego como farsa). Y no habríamos llegado a este extremo de no ser por un anómalo modelo televiso, con un cuasi monopolio de la izquierda. También por la miopía culposa del tándem Rajoy-Soraya, que eran muy inteligentes en el sentido memorístico del término, pero que se vieron toreados como chiquillos en la cancha de la estrategia. Se centraron en la gestión funcionarial y desdeñaron la lucha por los valores, la ideología y la cultura. Así que al final les robaron la cartera. El resultado es la pesadilla que sufrimos.

La izquierda no descuida ni un segundo la batalla cultural y el frente de la propaganda. Cuando Zapatero llegó al poder fue apodado «Bambi». Pero los cervatillos inocentes eran quienes le pusieron el alias. Lo primero que hizo Bambi fue impulsar dos televisiones de izquierdas, la Cuatro para Prisa y La Sexta para Mediapro. Andando el tiempo, la Cuatro acabó en manos de Berlusconi, que siendo de derechas la mantuvo en la izquierda, porque para él España solo es un mercado. Por su parte, La Sexta se fundió con Antena 3, dando lugar a Atresmedia. La operación fue bendecida por el rajoyismo, porque Soraya calculaba que con una televisión zurda dando alas al populismo de Podemos podría mermar al PSOE electoralmente. Y así fue. En las elecciones de 2015, Podemos obtuvo 69 escaños y dejó a los socialistas en el chasis, con solo 90.

Pero Soraya midió mal. El genio se le escapó de la lámpara. Lo que propició finalmente fue la aparición de una televisión de combate ideológico, una suerte de Fox de izquierdas de gran acabado técnico, consagrada a machacar y ridiculizar al PP de sol a sol. Además, recibió su propia medicina en lo referido a la fragmentación del voto. Si la promoción de Podemos había mermado al PSOE, la llegada de Ciudadanos y Vox desinfló al PP. Sánchez ya tenía el terreno listo para lanzar su estocada mano a mano con los separatistas.

En un tono de opereta bufa, ahora asistimos a coletazos rocambolescos de toda esta historia. Iglesias se revuelve contra su mentor, el periodista estrella de la televisión colorada, porque se ha destapado un audio donde se escucha al susodicho complotando con el poli caco Villarejo y comentando que va a dar bola a una información contra el líder de Podemos aún siendo consciente de que es mercancía averiada.

La Nueva Política. La tele de «la gente»... Todo era una pantomima y una gamberrada. La fogosa televisión colorada es un negocio, sin más, en manos de empresarios que mantienen al tiempo medios de ideología contraria. Iglesias, que se hace el espantado y clama ahora por la deontología periodística, ponía en la picota a periodistas, señalándolos con nombres y apellidos cuando ostentaba poder (en cuanto a sus relaciones con el chavismo, darían para un libro de serie negra). La mujer del periodista estrella de la televisión colorada, una señora que enarbola el sectarismo como bandera, es dueña de una empresa de verificación de noticias para garantizar el periodismo ecuánime (un buen chiste). TVE, al servicio de Sánchez, da máximo altavoz en sus informativos al jaleo de Podemos con la televisión colorada que puso a ese partido en órbita, porque se acercan las elecciones y habrá que soltar lastre comunista para que el sanchismo llegue a las urnas más aseado.

Vivimos en un país donde se graba a todo el mundo y todo se difunde. La privacidad no vale nada. Tenemos periodistas capaces de defender una cosa y su contraria (incluso al mismo tiempo). Tenemos a un personaje tan execrable como Villarejo que emerge como perejil de todas las salsas. Nos informamos a través de un panorama mediático embarrado, donde pierde el público, y por ende, la democracia.

Salvo contadísimas excepciones, la máxima fundacional del periodismo –«los hechos son sagrados, las opiniones libres»– hace tiempo que se enrolló en los balances contables y se tiró a la basura. Tal vez la clase política no sea el único problema de España.