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El puntalAntonio Jiménez

«Il bello Antonio» según Tezanos

Debería saber el servil, pelotillero y «lametraserilllos», como diría mi admirado José María García, presidente del CIS que el halago en exceso conduce inevitablemente a la debilidad del adulado

Va diciendo por ahí Tezanos que la animadversión política hacia su hagiografiado Pedro Sánchez está motivada por la envidia que genera el hecho de ser más alto y agraciado que los demás.

Debería saber el servil, pelotillero y «lametraserilllos», como diría mi admirado José María García, presidente del CIS que el halago en exceso conduce inevitablemente a la debilidad del adulado y le deja un poco más indefenso ante sus adversarios.

Claro que para quien ha sido generosamente obsequiado con un juguete que utiliza e instrumentaliza en favor de su mentor y que publica encuestas para predisponer al electorado y crear estados de opinión incompatibles con la realidad de las urnas, toda atención y coba hacia el que le ha permitido dinamitar el prestigio del organismo público que dirige, le parecerá poca.

En todo caso no había reparado yo en que las admoniciones al «sanchismo» y las críticas severas hacia quien lo encarna en la Moncloa fueran consecuencia de una insana pelusilla provocada por la apolínea figura de su morador y no por su cuestionable y reprobable quehacer como primer ministro.

Es evidente que Tezanos está enamorado políticamente de su señorito «Antonio» y no considerará necesario corregirle, siquiera, esos ataques de bruxismo que ensanchan sus mandíbulas y delatan los estados de contrariedad y rabia que le producen las reprimendas hacia su impagable y admirada figura política.

Pero como el rastrero y desahogado Tezanos ha intentado confundir la desaprobación estrictamente política de Sánchez con un ataque ad hominem, motivado por supuestos celos, aprovecharé para decirle que los cuellos de las camisas que utiliza su nunca bien ponderado «Antonio» son ridículos e impropios del envidiado y agraciado porte «brummelliano» que intenta lucir en sus comparecencias públicas.

Sería injusto, pero nos tranquilizaría, que todas las críticas dirigidas hacia el personaje estuvieran inspiradas por la animosidad hacia sus bondades físicas, como sugiere el presidente del CIS, y no por la mediocre gestión que hizo de la pandemia y que está repitiendo con la actual crisis económica y de precios.

Ya nos hubiera gustado que las amonestaciones que acumula el adonis de la Moncloa fueran por enfundarse trajes que parecen adquiridos en un outlet de saldo, y que sugieren que al muerto le sentaban mejor, y no por incumplir promesas electorales, mentir a los ciudadanos, anteponer su interés personal al de los demás, asaltar instituciones y organismos del Estado con el deterioro correspondiente, carecer de escrúpulos políticos o cambiar principios por días de estancia en la Moncloa.

Es un personaje que acaba de ponerse el terno populista para reconciliarse con el entramado Frankenstein que le sostiene y que cegado por la soberbia y el desparpajo, él que ha traicionado como ningún otro a sus votantes, no tuvo pudor alguno en atacar a un diputado de UPN, Sergio Sayas, con una frase que puede aplicarse fielmente a sí mismo: «Hay pocas cosas más mezquinas en política que traicionar a tus siglas, a tus ideas y a tus compañeros».

Al lisonjero hagiógrafo de «Antonio» nada de esto le parecerá censurable de su admirado jefe criticado según él por la envidia que suscita su atractivo porte, pero si aceptamos su opinión habrá que concluir que mucho mejor nos iría con un Míster España de verdad en la Moncloa, sin más ínfulas políticas que guiarse por el sentido común y atender el interés general.