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La Memoria Democrática, a debateDaniel García-Pita pemán

España en el lugar que le corresponde (II)

El gobierno socialista español entendió que un riesgo idéntico amenazaba a España: en nuestro caso el de una vuelta del franquismo

El socialismo lleva en lo más profundo de su código genético una vocación de internacionalismo. Cualquier aspiración, cualquier objetivo, debe de sobrepasar los límites estrechos y provincianos de la nación y proyectarse hacia la universalidad. Esta unidad de destino en lo universal que son hoy los movimientos socialistas en el mundo hace que traten de dar dimensión internacional a las empresas ideológicas que emprenden. Cuentan con la colaboración de sus colegas en las poderosas agencias internacionales cada vez que les solicitan su auxilio.

Paula Andrade

En los años posteriores a la caída del telón de acero, el Consejo de Europa venía haciendo permanentes recordatorios del riesgo que suponen los totalitarismos, por el temor a que el pasado comunista no estuviera totalmente erradicado aun en algunos países del este europeo y se pudiera repetir la historia. El gobierno socialista español entendió que un riesgo idéntico amenazaba a España: en nuestro caso el de una vuelta del franquismo. Se hacía necesario un apoyo internacional a la Ley de Memoria Histórica que el Gobierno tenía en marcha. Era necesario que el Consejo de Europa equiparara el riego comunista con el franquista. Se trataba de una cuestión de justicia. De inmediato se puso en marcha la que podríamos llamar «operación Brincat», por referencia al nombre del maltés –contable de profesión– que la protagonizó, junto con el socialista Yáñez Barnuevo, en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa.

Una vez designado como rapporteur, el contable maltés Brincat emitió un informe detallado sobre el riesgo de que el franquismo se reactivara en España como el rescoldo de un fuego recién apagado, a pesar de que ya habían transcurrido más 30 años desde la muerte del dictador. La lectura del informe Brincat produce vergüenza ajena. Una sesión ad hoc de la comisión permanente de Asamblea de Parlamentarios del Consejo de Europa –con la clamorosa ausencia de los representantes del PP– acordó que, a la vista del informe Brincat, el Comité de Ministros requiriera al gobierno español para que, urgentemente, procediera al total desmantelamiento de los recuerdos franquistas, y, así, se conjurara cualquier rebrote totalitario en el país. ¡Gran fracaso! El Comité de Ministros resolvió que: no procedía declarar el 18 de julio como día oficial de condena internacional del franquismo; ni formular una condena especial de las violaciones de derechos humanos que se hubiesen cometido durante la dictadura, diferente de las ya dictadas en relación con los países comunistas del este de Europa; ni, por último, poner en duda el éxito admirable de la transición española a la democracia, la que, por el contrario, debería servir de ejemplo a otros países. Los medios españoles silenciaron totalmente el rechazo del informe Brincat por el Comité de Ministros.

No se desmoralizó a Zapatero y decidió probar suerte solicitando a la ONU otros «Brincats». Ganó las elecciones el PP y su gobierno confirmó la invitación a España de dos misiones de la ONU para investigar los crímenes franquistas.

La primera misión la compusieron dos representantes del llamado Grupo de Trabajo sobre las Desapariciones Forzadas o Involuntarias (GTDFI); la segunda la integró en exclusiva el director de un llamado «Centro Internacional para la Justicia Transicional (ICTJ)» domiciliado en Nueva York, cuya naturaleza jurídica, nacionalidad y relación exacta con la ONU no se precisa.

El éxito esta vez fue absoluto. Los funcionarios de la ONU agradecieron al ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación del Gobierno del PP su colaboración, y emitieron unos informes que abrieron el camino para una derogación de la Ley de Amnistía; recomendaron la conveniencia de dejar al Estado y no a los familiares de los muertos las exhumaciones de restos en fosas comunes y, sobre todo, dieron un soporte internacional a al proceso de Memoria Histórica, que Sánchez ha sabido aprovechar bien.

Es preciso tener en cuenta que –lo quieras o no– las misiones de los funcionarios de la ONU nos ponían a la altura de los demás países destinatarios de recientes misiones análogas, que son: Baréin, Bangladés, Cuba, Egipto, los Emiratos Árabes Unidos, Gambia, Honduras, Jordania, Kenia, México, Omán, Pakistán, la República Árabe Siria, República Democrática del Congo, la República Islámica de Irán, Zimbabue, Arabia Saudita, Argelia, Argentina, China, Congo, Egipto, El Salvador, Eritrea, Federación de Rusia, Irán, Marruecos, México, República Popular Democrática de Corea, Ruanda, Sri Lanka, Tailandia, Turkmenistán, Turquía, Ucrania y Yemen.

No recuerdo que es lo que sentí con mayor intensidad: si ira, pena, humillación o asombro. Es comprensible. Yo, como, por ejemplo, los norteamericanos, tengo un sentido anticuado de mi patria.