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HorizonteRamón Pérez-Maura

La mentira de los sanfermines en paz

Hay que negarse a aceptar que a la salida de la plaza de toros el 14 de julio, la bandera de Navarra que siempre acompaña a la Peña Mutilzarra fuera atacada por abertzales con gritos de «¡Gora ETA!», insultos varios y amenazas de muerte

Acabamos de vivir una nueva celebración de las fiestas de San Fermín, recuperadas tras dos años de no celebración a causa de la pandemia. Si hemos seguido las crónicas de los medios oficiales, han sido unos sanfermines perfectos, en los que sólo ha habido diversión y sano esparcimiento −todo lo sana que pueda ser la ingesta de las cantidades de alcohol que suelen despacharse en esos días−. Confieso que, a pesar de haber estudiado los cinco años de mi carrera en Pamplona, nunca tuve el más mínimo interés en asistir a esas fiestas. Pero soy un firme defensor de su idiosincrasia. Y cuando digo esto, quiero decir que las apoyo en su forma tradicional. No en la manera en que San Fermín ha sido objeto de intento de secuestro en las últimas décadas. Y este año, también.

Esta realidad ha sido denunciada, casi en soledad, por Sociedad Civil Navarra, una iniciativa ciudadana que defiende «el marco institucional de Navarra como comunidad diferenciada, y como parte de la nación española y de la Unión Europea.» Y que afirma que «queremos también una Navarra orgullosa de su historia, de sus tradiciones y de su patrimonio cultural; una Navarra emprendedora y atractiva económicamente, que esté preparada para hacer frente a los retos de un mundo global; y, por supuesto, una Navarra en la que se promueva la igualdad de todas las personas.» Es decir, una institución cívica que defiende la identidad del Viejo Reyno dentro de la nación española. Ellos son los que han tenido el valor de salir a decir que no es verdad que este año todo haya ido bien. Porque como bien sostienen, mirar hacia otro lado no contribuye a fomentar la paz. Cuando se hace eso, «se envalentona a los practicantes del terrorismo callejero y la violencia que pretenden el apartheid social y la segregación típicas del nacionalismo más excluyente. Quienes hasta hace poco ejecutaban la muerte física del oponente hoy buscan su silencio por muerte civil».

Y por eso hay que denunciar lo sucedido en estas fiestas que se nos han presentado como plenamente normales. Hay que negarse a aceptar el que la instalación de la bandera de Navarra en la Plaza de los Fueros fuera atacada por los miembros de la corporación que están en contra de la identidad de Navarra. Y que a la salida de la plaza de toros el 14 de julio, la bandera de Navarra que siempre acompaña a la Peña Mutilzarra fuera atacada por abertzales con gritos de «¡Gora ETA!», insultos varios y amenazas de muerte. Esto es lo que se llama la recuperada «normalidad de las fiestas». Es normal porque la violencia y la agresión de la extrema izquierda abertzale es recurrente desde hace décadas. Y por la violencia van conquistando terreno año tras año.

Una vez que el entorno de ETA ha conseguido instalarse en el Gobierno Frankenstein de Sánchez, sus bases ven que la estrategia ha funcionado y no tienen razones para no seguir por la misma vía. Están triunfando plenamente. Como se vio en la plaza de toros de Pamplona, siguen actuando al grito de ¡Gora ETA! Y Sánchez pacta con ellos. Pleno al quince.