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Ojo avizorJuan Van-Halen

Venganza, no concordia

Podrán aprobarse leyes que sostengan que la Tierra es plana, que espacio y tiempo no están relacionados, o que los agujeros negros no existen. Serán sólo papel en el BOE

Una de las palabras repetidas en la Ley de Memoria Democrática es «concordia»; también la idea plural que representa. El lector objetivo, y más si es amante y conocedor de la historia de España, con mayúscula, llegará a la conclusión de que el texto se define con una palabra que no aparece: venganza; en ella, la idea sectaria de exclusión. De la farragosa e interminable exposición de motivos, que no destierra la cursilería, son estos párrafos que comento:

«La consolidación de nuestro ordenamiento constitucional nos permite hoy afrontar la verdad y la justicia sobre nuestro pasado». ¡La verdad y la justicia sobre nuestro pasado! Precisamente son conceptos excluidos de la letra y el espíritu de este bodrio legal. Y lo expresan quienes acosan a la Constitución, pactan con quienes no condenan el terrorismo y son sus herederos, han negado los valores de la Transición, y no creen en España.

«Hasta la Constitución de 1978 esos periodos democráticos eran abruptamente interrumpidos (…). El último de ellos, protagonizado por la Segunda República Española y sus avanzadas reformas políticas y sociales, fue interrumpido por un golpe de Estado y una cruenta guerra». ¡Casi nada! Presentan una Segunda República angelical interrumpida por un golpe de Estado. El golpe fracasó y dio lugar a una guerra que dividió España en dos y que, al parecer, nació de la nada, sin antecedente alguno, sin violencia generalizada previa, incluso sin golpe de Estado contra la legalidad republicana en 1934 del que se responsabilizaron Largo Caballero y Prieto, ya en el exilio. Fue un golpe de Estado de toda la izquierda radical, incluido un PSOE fagocitado por Stalin. Eso lo olvida la memoria democrática. De la violencia generalizada durante la Segunda República queda testimonio en el Diario de Sesiones de las Cortes que estos ignorantes progresistas no se han molestado en leer.

Desde la publicación en 2001 del libro de Radosh, Habeck y Sevostiamov Spain Betrayed, tras la apertura de los archivos soviéticos, que es una recopilación de documentos militares y del Komintern, no queda duda de la creciente intervención de la Unión Soviética en la guerra civil española, Según la documentación estudiada, la verdadera misión de los soviéticos en España no era salvar a la República sino «sovietizar España y transformarla en lo que habría sido una de las primeras Repúblicas Populares, con una economía, ejército y estructura política al modo estalinista». Y los autores afirman: «Moscú consiguió el control absoluto del Gobierno y el Ejército republicanos». Tony Judt, nada sospechoso, planteó lo que considera «delicadísima cuestión»: si «las Brigadas Internacionales y sus partidarios fueron engañados» y descartó la retórica comunista respecto a la defensa de la democracia por considerarla un mero «cuento chino». George Orwell, brigadista encuadrado en el POUM, en Homenaje a Cataluña opina que ese antifascismo tan estridente de los soviéticos conseguía ocultar el hecho de que «todas las políticas del Komintern han pasado a estar subordinadas a la defensa de la URSS». En la ley se enfatiza la ayuda militar de Italia y Alemania al bando sublevado. De los demás, nada.

«Las políticas públicas de memoria democrática deben recoger y canalizar las aspiraciones de la sociedad civil, incentivar la participación ciudadana y la reflexión social y reparar y reconocer la dignidad de las víctimas de toda forma de violencia intolerante y fanática». Se oculta que sólo cuentan las aspiraciones de la parte de la sociedad civil que interesa a la izquierda radical y todo ello para reconocer la dignidad de unas víctimas y olvidar a otras por el procedimiento de considerar intolerante y fanática una violencia y no todas.

No se citan en la ley los asesinatos en la retaguardia republicana. Sólo en Madrid funcionaron casi cuatrocientas checas asignadas a los partidos de la izquierda. Las víctimas en la capital se acercaron a tres mil. Muchas unían el robo al crimen. Fue célebre el socialista Agapito García Atadell, jefe de una checa, que fue detenido junto a varias maletas llenas de oro y joyas cuando viajaba en un barco rumbo a América, ignorando que haría escala en Santa Cruz de la Palma. Los chequistas y tantos asesinos más serán considerados héroes de la democracia, mientras la ley no cita a las víctimas de ETA. ¿Venganza?

Las leyes no pueden cambiar la verdad científica ni la historia. Podrán aprobarse leyes que sostengan que la Tierra es plana, que espacio y tiempo no están relacionados, o que los agujeros negros no existen. Sólo hay que encontrar un número suficiente de ignorantes, de desaprensivos o de palmeros. Serán sólo papel en el BOE. Las guerras no se ganan ni se pierden, aunque la Historia se mienta, pasados más de ochenta años.