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Agua de timónCarmen Martínez Castro

Todos son contingentes, solo él es necesario

El PSOE ha quedado convertido en un cascarón vacío sometido al capricho del líder; todos los demás, como sentenció Page, son monaguillos

Recordaba esta semana Joaquín Leguina que hubo un tiempo en que en el Comité Federal del PSOE estaba prohibido elogiar a la dirección. En aquellas reuniones no había aplausos y sí debates a cara de perro. Estaban los felipistas, los guerristas y los «renovadores de la nada» ajustándose las cuentas unos a otros pero sin dejar de ganar las elecciones. La última vez que se vio algo similar fue cuando la organización del partido se conjuró para echar a Pedro Sánchez al constatar su determinación de saltarse todos los diques morales de la acción política. Lo lograron, pero Sánchez volvió aupado por el voto de los militantes y desde entonces se puso a ensayar con el PSOE lo que luego sería su manera de gobernar España: fuera controles, fuera deliberación y adiós a cualquier atisbo de solución pactada; el poder por el poder entendido como un ejercicio de dominación. Desde entonces, el PSOE ha quedado convertido en un cascarón vacío sometido al capricho del líder; todos los demás, como sentenció Page, son monaguillos.

Ayer, los miembros del Comité Federal del PSOE fueron convocados a aplaudir a Sánchez y a desearse un feliz verano. Nada han tenido que decir respecto a unos nombramientos que les han comunicado por la prensa. Pero la falta de cortesía siempre es reflejo de un problema mayor. Nadie del PSOE ha explicado por qué razón una dirección elegida en un Congreso hace menos de un año, ha sido laminada sin contemplaciones después de que medio gobierno fuera tirado por la ventana el verano pasado con la misma falta de delicadeza y de justificación. Peor aún es que se haya renunciado a plantear la necesaria reflexión sobre las razones de la debacle electoral sufrida en Andalucía. Ese es el elefante en la habitación del que nadie habló en la reunión del Comité Federal ayer.

Sánchez y su brigada mediática nos van a aburrir con una letanía de frases hecha como el cambio de registro, el nuevo impulso político y demás consignas que ya nos vendieron tras la crisis de gobierno del año pasado. Nos dirán entusiasmados que Patxi López es una mezcla de Metternich y Demóstenes, como si no le conociéramos de sobra; el único momento brillante de su larga carrera política fue cuando en un debate le preguntó a Sánchez si sabía lo que era una nación. Un aislado relámpago de brillantez en la obscura carrera política de un personaje que ha demostrado su incompetencia en todos los cargos que le ha tocado desempeñar.

A Patxi, como a Pilar Alegría o a María Jesús Montero, le espera el mismo futuro que han tenido Ábalos, Lastra, Iván Redondo, Carmen Calvo, o los últimos portavoces cuyos nombres nunca llegamos a guardar en la memoria. Todos son contingentes, piezas de recambio de un líder caprichoso empeñado en quemar equipos antes que rectificar sus errores. Y así hasta las próximas elecciones, la próxima derrota y la próxima escabechina que nos venderán como un nuevo impulso político.