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Perro come perroAntonio R. Naranjo

El marxista Sánchez

El Gobierno vuelve a engañar a los ciudadanos con unos datos falsos de paro que contrastan con lo que todo el mundo ve a diario con sus propios ojos

El Gobierno ha salido a presumir de las cifras de empleo, como si Sánchez creara algún puesto de trabajo más allá del de sus amigos, sus socios, su esposa y toda esa recua de pelotas que en el argot llaman «asesores» para simular su origen lacayo: es curioso que España haya llegado al punto de no tolerarle al Rey ver a su padre pero soporte, con indiferencia, el fenómeno de un presidente que coloca hasta al apuntador si el apuntador tiene la lealtad lenocinia correcta.

Pero luego ha venido la realidad, con una inflación inédita desde 1984, cuando Sánchez tenía 13 añitos y sus preocupaciones ya eran probablemente labrarse un futuro sin currar demasiado, a tenor de ese currículo iniciado tiempo después con un enchufe en Europa a cargo del PSOE que dio paso a otro y luego a otro hasta llegar aquí con las mismas cotizaciones en la vida real que créditos Tarzán en la Sorbona.

Y también ha venido esa misma realidad a contarnos que el crecimiento de España es parecido al de Torrebruno cuando, al llegar a la edad del púber Sánchez del párrafo anterior, se percató de que no iba ser pívot de los Lakers y optó por cantarle a unos niños que probablemente no soportaba.

El obsceno contraste entre los datos del paro, proyectados por ese mismo Instituto Nacional de Estadística que el Gobierno quiere invadir cuando no le da la razón pero utiliza cuando favorece a sus intereses, y la realidad económica que se vive en tantas casas, pequeñas empresas, comercios y modestas pymes; termina de configurar a Sánchez y a la tropa yolandista, belarrista, calviñista y otras miserias que le secundan como lo que son: un hatajo de ilusionistas que, cuando se les ve el truco, disparan al público.

Este Gobierno solventa el paro cambiándole el nombre a los parados para que parezcan empleados; soluciona el fracaso escolar permitiendo promocionar con suspensos e indulta a los terroristas presentándoles como voluntarios de una ONG, entre mil ejemplos incluidos todos en el lema fundacional de Sánchez, ese «salimos más fuertes» pronunciado con media España en bancarrota y la otra en el tanatorio pandémico.

España va a gastar más que nunca, sin tener para llegar a final de mes, con un Gobierno que llama al dispendio «visión social» e hipoteca tres generaciones a cambio de un año de aparente bonanza

Después de la verdad, decía Machado, «no hay nada tan bello como la ficción», y Sánchez se ha abonado al lema del poeta sin haberlo leído nunca, con ese olfato que sin duda tiene para husmear en los rincones seguidistas más oscuros del español medio y clavarle una daga mientras canta La Internacional.

España va a gastar más que nunca, sin tener para llegar a final de mes, con un Gobierno que llama al dispendio «visión social» e hipoteca tres generaciones a cambio de un año de aparente solidaridad de un presidente que solo piensa en las elecciones: entre la recaudación extra de la inflación y el regalo de los Fondos Europeos, le da para sobrevivir un año con el relato de que todo va regular pero su Gobierno lo compensa.

Pero la realidad es que España se va a pique y su presidente, un zángano con pantalones de pitillo de marca, se pone el traje de marxista y le dice a la afición aquello de «¿a quién van a creer? ¿A mí o a sus propios ojos?».

Sin saber que aquella broma no la dijo Karl, el pijo que jamás dio un palo al agua en su vida, sino Groucho, autor también del epitafio definitivo para la calamidad que nos gobierna: «El secreto de la vida es la honestidad y el juego limpio, si puedes simular eso, lo has conseguido».