Hoy toca fútbol
Decenas de grandes jugadores europeos y americanos están a la espera de una oferta que no llegará, porque aquel Florentino no es el mismo que se imponía antaño para contratar al mejor. Se lo han quitado y no reacciona
Hay que tocar todos los palos. Sé que muchos lectores rechazan por hastío, aburrimiento, hartura y desafecto el fútbol. Sucede que estoy siguiendo desde mis valles los acontecimientos, novedades y contrataciones futboleras, y no entiendo nada. Y cuando no se entiende nada de lo que sucede, escribir sobre ello adquiere un morbo especial. Y me centro, claro está, en las opuestas maneras de actuar de los dos clubes más importantes y poderosos, socialmente, de España. El del centro y el del nordeste.
El del centro, además de estar ultimando la formidable y espectacular mejora de su estadio Bernabéu –a Lilith Verstrynge no le gusta–, sufre los cuernos que le ha puesto su ilusionante Mbappé con el petrolífero de turno. Y se ha quedado tocado, en lo que concierne a una renovación de la plantilla. No ha fichado apenas, y le sobra dinero. Y el principal club del nordeste, que lleva de carga una deuda superior a los mil millones de euros, que se tiene que cambiar de campo para que su «Nou Camp» no se caiga cuando Pedri consiga un gol, está fichando –con el consentimiento de la UEFA y la RFEF– a decenas de buenos y caros futbolistas sin conseguir traspasar a los buenos y caros que permitirían esos fichajes. Pero ya se sabe que el F.C. Barcelona tiene bula para todo.
Si Benzema se lesiona, el Real Madrid pierde el 50 por ciento de su efectividad. Pero Florentino Pérez, Ancelotti y el muy mejorable cuerpo técnico del Real Madrid han decidido que Benzema no se va a lesionar. Podrán haber contratado, con un mínimo y autorizado esfuerzo económico, a Lewandowsky, que ha fichado por el Barcelona. Lewandowsky, hace tres años, manifestó públicamente que su deseo, su sueño, era jugar en el Real Madrid. La maravillosa gesta del pasado año, el gran milagro de la decimocuarta, es muy difícil de repetir. El petróleo se ha llevado a Halland a besarse con Guardiola, ha mantenido a Mbappé en París y la calderilla se ha llevado a Lewandowsky, al que le quedan dos o tres buenos años, al Barcelona. El Real Madrid sigue con Mariano. Y decenas de grandes jugadores europeos y americanos están a la espera de una oferta que no llegará, porque aquel Florentino no es el mismo que se imponía antaño para contratar al mejor. Se lo han quitado y no reacciona. Otra cosa es su gestión social, que no deportiva, que hay que reconocer admirable.
En la ruina, en la quiebra, el Barcelona ha hecho un gran equipo. En la fortuna y el desahogo, el Real Madrid se ha quedado sin reflejos desde la traición de Mbappé. Bueno es recordarle a Florentino Pérez que un gran continente –como el nuevo Bernabéu–, exige un gran contenido. Los milagros no son habituales, pues en tal caso, dejarían de serlo. Y el Real Madrid no puede permitir que le pisen los morros y la cartera. La tiene llena, y no lo parece. El Barcelona ha sido, una vez más, tramposo, pero audaz. Y la audacia en esto del fútbol, al menos temporalmente, vence a la excesiva prudencia.