Algunas corbatas
Este tipo me saca de quicio. No por mentiroso, falso, traidor, vulgar, prepotente, desleal, dictador e innecesario. Por hortera. No sabe hacerse los nudos de la corbata, y quiere que los grandes maestros de tan alta acción, desaparezcamos. A contaminar.
Me confieso y declaro culpable. Tengo más de 200 corbatas. Muchas de ellas han cumplido cuarenta años. Corbatas de lunares –topos–, lisas, escocesas… Una buena parte de ellas adquiridas en las pequeñas tiendas de las «Burlington Arcade». Y enmarcadas, una del Rey Juan Carlos I junto al sobre en el que me la envió y el tarjetón que justificaba el envío. Y otra de Antonio Mingote, corbata única, dibujada para mí. Con fondo azul, los copos de nieve y en la punta, un individuo con un paraguas. Pero reconozco que llevo toda la vida derrochando energía. Y he decidido seguir derrochándola, porque un hortera de bolera demagogo y mentiroso no va a aterrorizarme. La diferencia entre él y yo, es que, mientras en mi caso llego a casa y me quito la corbata, él no se la pone –los cuellos ordinarios no toleran los nudos bien hechos y apretados–, embarca en un helicóptero Superpuma, y vuela hasta Torrejón –25 kilómetros–, para acomodarse en el Falcon. Que eso es lo que hizo cuando recomendó la muerte de las corbatas para colaborar con el ahorro energético, clausurar el agujero de la capa de ozono, y arremeter contra los que dudan del cambio climático mientras su culo de nuevo rico dejaba en las nubes chorros de contaminantes.
Pepe Oneto tenía una caudalosa –buen caudal le costó–, colección de corbatas de Hermés. Y José María Carrascal es propietario de la más importante reunión de corbatas extravagantes del mundo. Ante una de ellas, y en mi presencia y la de Antonio Burgos, emitió un alarido de susto en Moscú la momia de Lenin. Y el viejo duque de Osuna, don Mariano, siempre llevaba una corbata irrepetible, porque encargaba todo un paño, se hacía del paño una sola corbata y el resto se quemaba, Oscar Wilde le rindió respeto y admiración por tan acusado derroche. Mi abuelo, don Pedro Muñoz-Seca, fue asesinado en Paracuellos del Jarama con corbata.
–Si hay que ponérsela para salir a la calle, es lógico llevarla puesta para morir– le dijo a Cayetano Luca de Tena antes de ser empujado al camión de la muerte. Los socialistas y comunistas le asesinaron por ese motivo. Por contaminar el ambiente con sus corbatas en 1936.
Pero lo de este chuflas no es comparable a nada. –Preparadme unas palabras contra las corbatas y su influencia en contra del ahorro energético, preparadme el Superpuma, y preparadme el Falcon, y vayan adecuando mis palacios para descansar de mi modesto cansancio–. Un caradura como la copa de un pino. Y lo que es peor, un arrogante hortera.
–El hortera nace y muere hortera. Desconfiad de él. Si acudís a vuestro banco y el director de la agencia se viste como un hortera, sacad vuestro dinero inmediatamente. Son capaces de acumular todos los males del mundo. Y si el hortera tiene un gran poder económico y os invita a su finca, no os extrañéis si os topáis con osos con relojes de oro en las muñecas–. Lo escribió el Duque de Borochilov- Stavsky, gran coleccionista de corbatas. Pero ninguna rusa.
Creo, sinceramente, que hasta aquí hemos llegado. No puedo más. Este tipo me saca de quicio. No por mentiroso, falso, traidor, vulgar, prepotente, desleal, dictador e innecesario. Por hortera. No sabe hacerse los nudos de la corbata, y quiere que los grandes maestros de tan alta acción, desaparezcamos. A contaminar.
Pues tararí que te ví, y punto final.