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HorizonteRamón Pérez-Maura

Dos años de exilio

Que en una democracia haya un exilado político demuestra que esa democracia tiene graves fallas. Y cuando reinaba Juan Carlos I, la democracia española no tenía fallas que llamaran la atención fuera de España como ocurre hoy con este exilio

Se cumplen dos años desde que supimos que Su Majestad el Rey Juan Carlos había abandonado España. En ese momento todavía no sabíamos que lo había hecho en avión rumbo a los Emiratos Árabes Unidos. Para mí, como español, fue muy doloroso ver la indigna salida de España a la que se obligó a Don Juan Carlos. Y desde un punto de vista profesional, fue doblemente duro confirmar que se había producido esa salida del país. Como tengo contado (Memorias de un periodista. Tres décadas en ABC. Pág. 289. Almuzara, 2021) la víspera de su salida, el domingo 2 de agosto, recibí la llamada de mi colega Ana Romero, que había sido corresponsal de Familia Real en El Mundo y de donde había sido defenestrada el día de la Proclamación de Felipe VI. Ella me anunció que Juan Carlos I se estaba yendo de España y que me brindaba la exclusiva porque ella no tenía donde publicarla. Esa era una época en que ABC todavía hacía un trabajo serio y mantenía su posición editorial fundacional. Así que intentamos confirmar la noticia en fuentes oficiales. En el Palacio de la Zarzuela se nos dijo que era falso que Don Juan Carlos se estuviera marchando de España así que no publicamos nada. Gran exclusiva perdida.

Dos años después, la realidad es más deprimente de lo que era aquel 3 de agosto de 2020. Hemos visto a Don Juan Carlos sometido durante dos años al oprobio de ver su nombre arrastrado por el fango en múltiples medios de comunicación, especialmente del duopolio televisivo, pero no solamente. Hemos visto al Rey que nos trajo las libertades humillado por un Gobierno que quiere convertir la Monarquía en un problema en lugar de que sea, como lo fue durante las últimas décadas, un punto de encuentro. Y quiere hacer de la Corona una dificultad porque lo que Sánchez quiere es convertirse un día en presidente de la república. Y hemos visto cómo se van archivando una a una las causas que se abrieron contra Don Juan Carlos en los tribunales. Y contra sus colaboradores como el abogado suizo Dante Canónica, presidente de la Fundación Locum, al que esta misma semana se le ha archivado el procedimiento que tenía abierto en Suiza.

Se ha criticado al Rey Juan Carlos por haber hecho una vuelta a España a la regata de Sanjenjo que no fue discreta. ¿Y eso es culpa suya? Cuando se manda a un Rey al exilio durante casi dos años no se puede pretender que su regreso no despierte el mayor interés por parte de los medios de comunicación. Y los medios se despliegan porque saben que los españoles tienen ese interés máximo en ver a su Rey exiliado pisando el suelo de España. Si Don Juan Carlos viviera en España el interés sobre su persona se diluiría con mucha rapidez y en cuestión de semanas no concitaría el seguimiento de las cámaras.

Mi bisabuelo, el primer duque de Maura, ministro del último Gobierno de Alfonso XIII y autor de la carta de despedida que el Rey dirigió al país, optó por abandonar España al día siguiente de la quema de conventos en mayo de 1931. Él nunca utilizó para sí el término «exilio» y siempre dijo estar «expatriado». Porque él podía volver a su patria si quería, aunque prefería no hacerlo por el dolor que le generaba lo que se vivía en España.

Don Juan Carlos es hoy un exiliado porque no puede volver cuando quiera. Y es un exiliado por razones políticas. Cuando se fue de España el Gobierno dijo que se había ido por su propia voluntad. Si así fuese, habría que aceptar que pueda volver a vivir en su patria cuando quiera. Pero sabemos que ésa no es la realidad. Este Gobierno no le ha permitido ni pernoctar una sola vez en su domicilio, que sigue siendo el Palacio de la Zarzuela. Pero ya sabemos que este presidente del Gobierno miente constantemente. Que en una democracia haya un exilado político demuestra que esa democracia tiene graves fallas. Y cuando reinaba Juan Carlos I, la democracia española no tenía fallas que llamaran la atención fuera de España como ocurre hoy con este exilio.