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Ojo avizorJuan Van-Halen

Ocurrencias y mentiras

Alemania recupera el carbón, Francia no deja de construir centrales nucleares, el conjunto de la Unión Europea busca respuestas nuevas o recupera viejas fórmulas. Sánchez ha encontrado una solución imaginativa e infalible para ahorrar energía: prescindir de la corbata

España era antes de Sánchez un país con gobiernos en general serios, si excluimos algunas disonancias de Zapatero. Pocas decisiones de los sucesivos ejecutivos podían considerarse ocurrencias. Al Consejo de Ministros llegaban las propuestas estudiadas; claro que no había ministros sonoramente discrepantes o, al menos, las agarradas en aquella mesa no trascendían. Es tal la acumulación de disparates del presidente, sus ministros y altos cargos que cada desatino desdibuja al anterior y vamos olvidándonos. Así, trampeando, Sánchez hace tan ricamente su recorrido palaciego estival desde Lanzarote a Doñana. Y a los demás ajo y agua.

No importa que Sánchez no cumpliese con los ciudadanos de La Palma a los que visitó tantas veces; ni que su compromiso de bajar la electricidad, unido a Portugal para que lo aprobase Bruselas, haya sido un fracaso; ni que los céntimos de rebaja de la gasolina no funcionasen y hayan cerrado muchas estaciones de servicio; ni que su recomendación de usar la lavadora a ciertas horas no sirviese para nada; ni que le hayamos escuchado tanto achacar los incendios al cambio climático… Las ocurrencias no se detienen ante la realidad ni ante la lógica. Convengamos que Sánchez es así.

La invocación al cambio climático para todo es una falacia más. Los montes arden por falta de atención. Los incendios del verano se apagan en invierno. Me cuenta un amigo que en Montfragüe no se permitió desbrozar porque el ruido molestaba a los animales. Todo quedó abrasado y los animales muertos, pero los políticos que decidieron tal memez a mayor gloria de los ecologistas sandía no sufrían el fuego. Y el caso de Montfragüe es general. Otro amigo zamorano se dolía porque no le habían permitido retirar unas decenas de árboles caídos por la Filomena sobre un camino de su finca agrícola; a través de esos árboles el fuego cruzó el camino que hubiese servido de cortafuegos.

El Gobierno construye así su ridículo de cada día. Pero no puede negarse la gramática parda de Sánchez, de Bolaños o de quien ahora piense por él. Con la memez de prescindir de la corbata y la manipulada foto de las obesas en una playa, ha conseguido que pensemos menos en las condenas de los ERE, el mayor caso de corrupción en España.

Poco después de la ocurrencia de la corbata, Sánchez viajó al extranjero y apareció siempre encorbatado. En su paso por Mostar homenajeó a los militares españoles muertos en misiones de paz y, como no, saltó otra ocurrencia. En la cinta de la corona floral depositada ante el monolito se leía: «El presidente del Gobierno de España». Hubiese sido más propio que la ofrenda fuese del pueblo español o del Gobierno de España. En mis viajes periodísticos con el Rey padre y con el presidente del Gobierno, cuando lo era Calvo Sotelo, y en casos parecidos, la cinta de la corona floral no se personalizaba. Cosas de Sánchez. Un diputado ha registrado en el Congreso una pregunta que concluye: «¿Podría estar padeciendo un posible trastorno de personalidad narcisista?». Hace tiempo que apunté que el egocentrismo del presidente podía tener bases patológicas.

La memez de la corbata se reprodujo en otra ocasión solemne. Sánchez despachó con el Rey en Mallorca, naturalmente encorbatado, y cuando apareció en la puerta del palacio de La Almudaina no llevaba corbata; en el corto trecho se había despojado de ella para comparecer ante los periodistas. Y, por supuesto, en el último Consejo de Ministros los hombres estaban descorbatados. No me parece justo en un Gobierno tan igualitario. ¿Es que las mujeres no han de ahorrar energía? Debería imponer Sánchez vestidos femeninos no pegados al cuello o qué se yo; alguna muestra de igualdad. Supongo que habrá protestado Montero.

Al final Spain is different como proclamaba un viejo reclamo turístico. Alemania recupera el carbón, Francia no deja de construir centrales nucleares, el conjunto de la Unión Europea busca respuestas nuevas o recupera viejas fórmulas. Sánchez ha encontrado una solución imaginativa e infalible para ahorrar energía: prescindir de la corbata. Pero él no baja del Falcon o del Superpuma. No se ha confirmado que se desplace en el interior del complejo de Moncloa en un MH-6 Little Bird, más pequeño que el Superpuma pero con capacidad para que le acompañen Bolaños y un par de escoltas.

La última ocurrencia de Sánchez fue el apagón. Una ciudad sin luces en los escaparates, en los monumentos, en los edificios que normalmente están iluminados, es una ciudad triste y un reclamo para cacos. Sin contar su repercusión en el turismo. Lo más chocante, o no, es la reacción de Sánchez ante la negativa de Isabel Díaz Ayuso a secundar la arbitrariedad. Dijo el presidente: «Es una decisión unilateral y egoísta». Es justo lo que él no puede reprochar a nadie. Desde los 125 decretos-leyes, muchos más que cualquier Ejecutivo anterior, hasta su decisión de cambiar nuestra política respecto al Sáhara, que hoy sigue siendo un misterio aunque con mucho runrún, Sánchez no negocia nunca, y tampoco la medida del apagón. ¿Por qué a las 10 de la noche? ¿Por qué 16 meses? Porque lo quiere Sánchez. Unilateral y egoísta.

Los palmeros que recordaron a Díaz Ayuso que hay que cumplir las leyes olvidaban que Sánchez se mea en las leyes cuando quiere y también en las sentencias del Tribunal Supremo que obligan a cumplirlas. Pero, claro, Cataluña es Cataluña y allí Sánchez hasta se comprometió a no judicializar la política. Léase otorgar impunidad a lo que decida la Generalidad. Ocurrencias y mentiras, dos palabras que resumen una realidad, un Gobierno y un presidente.