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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Grease fundida a negro

'Grease' fue un final feliz para 'West Side Story'. Ambas, joyas no aptas para tontos y delirios contemporáneos

Mi memoria, quizá también la de algunos de ustedes, quedó arrobada en 1978, cuando las adolescentes de entonces nos sentimos colgadas de Sandy, una joven estudiante con cara de ángel que, por amor, se convertía en una rebelde fajada en cuero y con melena frondosa para, saltándose los guetos de pandilla, atraer a Danny Zuko. Soñábamos con calzarnos esos pantalones imposibles y enamorar al más canalla de la pandilla, encarnado en Travolta, con la cabeza empapada de gomina; esa laca pringosa que disparó sus ventas entre los aspirantes al Danny macarra, algunos sentados en clase en el pupitre de al lado.

Ella era Olivia Newton-John, que ha muerto después de sobrevivir a tres cánceres de mama y no haber perdido jamás la sonrisa. Pero Olivia éramos muchas. Casi todas las que hubiéramos dado todo por ser aquella chica australiana, con aspecto de no haber roto un plato, protagonista de un amor de instituto en los 50 con un pandillero malote con tupé, ante el que caer rendida como en las canciones de Loquillo.

Pero Grease, sin más pretensiones que la de ser un recuerdo de juventud, ya fue satanizada hace un par de años, cuando el nuevo puritanismo liderado por las Montero del mundo, por el movimiento a favor de las minorías raciales, por el Me Too, por los defensores del LGTBI y, en fin, por los progres en general, la tacharon de misógina, homófoba, machista, incitadora a la violencia y racista. A Zuko lo llamaron violador por no pedir comme il faut el consentimiento sexual, a Kenickie lo tildaron de machista, a Putzie de voyeur y a Vince Fontaine de homófobo, por invitar a los chicos a no tener pareja con su mismo sexo. Por no hablar de la sobreactuación de la progresía por la falta de diversidad racial (de negros) en la película, circunstancia que levantó gran indignación tras ser emitido el filme por la BBC en las navidades de la pandemia.

De estos censores morales no se libró ni la canción más famosa de la cinta, Summer Nights, con la que arranca el musical, en la que Travolta le cuenta a sus amigos cómo han sido sus incontables conquistas veraniegas y el coro pregunta repetidamente: «Dime más, dime más, ¿se resistió?» Imperdonable, según las nuevas sacerdotisas de lo políticamente correcto. Poco menos que Danny y Sandy estaban normalizando la violencia sexual.

En homenaje a Olivia recordaré lo que contestó a esta nueva inquisición, seguramente desde la sabiduría y el relativismo vital que da luchar contra la metástasis insistente de un cáncer: «Creo que todo esto es un poco tonto. No debe ser considerada tan en serio, es una película hecha en los 70 sobre los 50. Es una diversión». Amén. ¡Ah!… y a pesar de las Montero, Belarra y los Echenique, y todas sus versiones internacionales, Olivia no fue una actriz sometida a los dictados del machismo, ni una mujer sin personalidad víctima del patriarcado ni siquiera una estrella marcada por su compadreo con el maltrato. Fue una chica, zarandeada de forma inmisericorde por la enfermedad, cuya inspiradora sonrisa, fuerza e integridad siempre querremos tener. Grease fue un final feliz para West Side Story. Ambas, joyas no aptas para tontos y delirios contemporáneos.