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HorizonteRamón Pérez-Maura

La suerte de los comunistas de Podemos

Los países que han sufrido el comunismo están vacunados contra la «memoria democrática»

El verano suele dejarnos más tiempo para la cultura: leer y ver películas y series televisivas además de algún concierto. Este veraneo he podido leer El caso Pemán el libro en el que Daniel García-Pita ha podido demostrar la gran mentira que son la «Ley de la Memoria Histórica» y la «Ley de la Memoria Democrática». Y dónde deja en parihuelas éticas al escritor Andrés Trapiello, a pesar de lo cual –o precisamente por ello– ganó este año el premio Mariano de Cavia del nuevo ABC.

También he podido disfrutar en Netflix viendo una película que, por una vez, se sale de la corrección política imperante en esa plataforma: Milada. Debería ser obligatorio en todos los colegios ver lo que el comunismo hizo con personas como Milada Horáková, persona con cuya ideología discrepo radicalmente, pero que fue una víctima política del sistema comunista por pedir, simplemente, la libertad para sus compatriotas y por negarse a huir de Praga cuando otros lo hicieron.

En pocas palabras Milada Horáková nació en 1901 en Praga y por tanto fue ciudadana del Imperio Austrohúngaro. También fue uno de los checos que luchó contra la Monarquía danubiana y se alineó con esa pareja de masones, Masaryk y Beneš, que acabaron con aquel reino multicultural que fue el mejor boceto de lo que debería ser un día la Unión Europea. Milada quería ser libre y luchó por la igualdad de derechos de las mujeres. Vamos, que lo que se dice fascista, no fue. Fue una socialista que creía en el derecho a tener ideas propias. Trabajó durante trece años en el departamento de bienestar social del Ayuntamiento de Praga hasta que en 1940 la detuvo la Gestapo y le envió al campo de concentración de Terezin al que sobrevivió. En 1944 la fiscalía nazi pidió para ella la pena de muerte, pero fue condenada a ocho años de cárcel y fue liberada por las tropas norteamericanas en abril de 1945.

Milada Horáková volvió a Praga y fue elegida diputada socialista en las elecciones de 1946. Cuando en 1948 los comunistas dieron un golpe de Estado y se quedaron con todo el Gobierno, ella renunció a su escaño. A diferencia de tantos otros que, con sentido común, optaron por huir de Checoslovaquia, Milada decidió quedarse y fue detenida el 27 de septiembre de 1949 acusada de intentar derribar el legítimo gobierno comunista «del pueblo». En el juicio farsa que se celebró contra ella y otros doce acusados no se pudo aportar la más mínima prueba. Sólo una confesión de culpabilidad de Milada y sus colegas obtenidas bajo las más atroces torturas. Así actúa el comunismo. En Checoslovaquia en 1950 y en Venezuela lo hacen los amigos de Rodríguez Zapatero y Podemos en 2022. En el juicio participaron «asesores» soviéticos y el gobernante Partido Comunista hizo en paralelo una campaña de publicidad exigiendo al tribunal la condena a muerte de los acusados. La hubo para Milada y otros tres de los trece procesados. Otros cuatro fueron condenados a cadena perpetua y los cinco restantes recibieron penas de entre 15 y 28 años de cárcel. Eso era lo que se obtenía en el régimen comunista cuando eras de izquierda y pedías libertad.

Es por eso por lo que si uno mira hoy la política de la Europa Central que fue parte del Imperio Soviético (Polonia, Hungría, Chequia, Eslovaquia, Rumanía y Bulgaria) no solo es que no haya uno sólo en el que gobiernen los antiguos comunistas o sus herederos. Es que en prácticamente todos han sido borrados del mapa porque los ciudadanos saben muy bien los crímenes que cometieron esos comunistas. Y el cambio ha sido tan extremo que en alguno, como Polonia, la alternativa al gobierno de derecha populista de Ley y Justicia la encabeza el partido Plataforma Cívica, miembro del Partido Popular Europeo. Y en Hungría, la izquierda postcomunista hizo una coalición contra Orban sumando a absolutamente todo el espectro político, incluyendo a los racistas de extrema derecha de Jobbik y presentando entre todos a un candidato de ideas más bien conservadoras. Orbán revalidó su mayoría absoluta.

Así que tenemos que concluir que en España Podemos, Yolanda Díaz, Enrique Santiago, Íñigo Errejón, Pablo Iglesias y demás compañeros mártires tienen mucha suerte: ellos pueden estar cobrando hoy de nuestros impuestos porque apenas hay una memoria viva de todos los crímenes que cometió el comunismo en España hasta 1939. En cambio, en Praga, en 1990 se dio el nombre de una gran avenida a Milada Horáková, y el 27 de junio, día de la ejecución de esta heroína es el «Día de la Conmemoración de las Víctimas del Régimen Comunista». Ítem más: el 11 de septiembre de 2008, la fiscal y única superviviente del juicio pantomima contra Milada Horáková y sus doce compañeros, Ludmila Brožová-Polednová, fue condenada a seis años de cárcel por aquella farsa. Los países que han sufrido el comunismo están vacunados contra la «memoria democrática». Podemos tiene la suerte de que aquí ya no queda casi nadie que sufriera aquel comunismo de la década de 1930.