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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Lilith y Pam podrán censurarte

La Ley de Información Clasificada, el regreso de la censura que prepara Sánchez, permitirá por ejemplo que la camarilla de Igualdad encubra sus andanzas

A finales de junio se celebró en Madrid la cumbre de la OTAN. Aquel encuentro belicista y heteropatriarcal no moló nada en el MFF (Ministerio Florero y Falcon). Así que la ministra Ire y su pandi, Lidi, Isa y Pam, se subieron al Falcon y se largaron a darse un voltio a costa de los impuestos de todos por Washington y Nueva York. ¿La excusa para justificar el garbeo turístico? «Reforzar la agenda feminista y abordar los derechos reproductivos de las mujeres».

Isa es Isabel Sierra, condenada por agredir a la Policía y enchufada acto seguido en el Ministerio por su amiga Ire, la ministra (ardorosa feminista promocionada digitalmente por su pareja de barba). Pam es la secretaria de Estado de Igualdad, que ya era diputada a los 26 tacos sin haber hecho nada antes. Lidi es la jefa de prensa de la ministra, que hasta entonces no había pasado de becaria. Lo pasaron chachi haciendo las Américas. Hasta subieron a Instagram una colección de selfis kitsch. Eso sí, cuando un diputado de la oposición preguntó por el coste del viaje, se negaron en redondo a responder, como antes habían hecho con una excursión a Chile. Ya se sabe que Podemos venía a regenerar la política y trabajar para «la Gente».

El año que viene puede darse la desgracia de que Sánchez pierda las elecciones y se acabe la bicoca de Ire, Lidi, Isa y Pam. Pero siempre podrían consolarse del adiós al coche oficial con un falconazo navideño de despedida hasta Manhattan, que al parecer se pone muy linda engalanada. Esta vez podría sumarse también la buena de Lilith, de apellido Verstrynge, piji-comunista de 29 años a la que la ministra Belarra acaba de hacer secretaria de Estado del Credo 2030.

La novedad de esa nueva aventura transoceánica en el Falcon estribaría en que Ire, Lilith y Pam tendrían la potestad de declararlo secreto en todos sus detalles, siempre que salga adelante la delirante Ley de Información Clasificada que está promoviendo con urgencia el Gobierno en pleno sopor de agosto (y con un lacerante desentendimiento de la oposición). Con la nueva norma, unas setenta personas tendrán la potestad de declarar clasificadas las informaciones que deseen. Entre esos censores figurarán las secretarias de Estado, Lilith y Pam. Los periodistas y medios que se saltasen la confidencialidad y ofreciesen datos clasificados de sus excursiones o chanchullos podrían ser objeto de sanciones, que en los casos más extremos llegarían a multas de tres millones de euros. La policía autonómica catalana, que como es evidente sirve a quien sirve, también podrá clasificar información. Lo cual ya pueden imaginar lo que supondrá cuando llegue la nueva embestida sediciosa (que tarde o temprano no duden que llegará, pues para eso siguen trabajando).

La Ley de Información Clasificada que prepara el Gobierno supone un estacazo a la libertad de información y expresión, un ingrediente fundacional de las sociedades abiertas. Por eso urge evitarla. La mayor asociación de periodistas de España, Fape, ya ha denunciado el proyecto como un intento de reinstaurar «la censura». PP y Vox, los profesionales del periodismo, nuestros intelectuales, y en realidad toda la sociedad civil, deberían aparcar por un instante el lógico relajo estival y pelear en serio contra este abuso. Sánchez nos quiere colar en pleno agosto un mordisco a la libertad, que también debería ser denunciado en Bruselas (como se hizo con éxito cuando intentó amordazar a los jueces).

¿Vamos a consentir silentes este giro autoritario del Gobierno? Y no es hipérbole. Es exactamente lo que está ocurriendo.