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Ojo avizorJuan Van-Halen

Mitos de cartón

La izquierda radical, la que se amamanta en el comunismo, adora a otros mitos impresentables por tener sangre en las manos en actuaciones masivas de represión

La izquierda radical tiene mitos a los que atribuye excelencias que no existen o las exagera hasta el delirio. Olvida sus carencias o fallos por graves que sean. Son mitos falsos, mitos de cartón. Pienso en esas figuras pintadas que se muestran en las ferias para que los visitantes se hagan fotos con ellas y guarden un recuerdo junto a Superman, Popeye, Elvis Presley o Marilyn Monroe. Pero son de cartón. Detrás sólo falsedad, vacío.

Recientemente, aunque el tiempo pasa y se hace olvido, saltó el mito de Bolívar a cuento de uno de los sables que se le atribuyen, que son varios y algunos sospechosos de ser falsos. Bolívar tiene una estatua ecuestre en Madrid desde 1970 que nadie ha dañado mientras en las Américas se repiten los ataques vandálicos contra estatuas de Fray Junípero Serra, Isabel la Católica, Colón y Cervantes, entre otros personajes que contribuyeron a escribir una historia común. Supongo que, pese a la Ley de Memoria Democrática, no derribarán la estatua de Bolívar levantada durante el franquismo. Los pantanos tampoco.

'El Libertador' masacró a miles de españoles desde 1813 a 1820 por su Decreto de Guerra a Muerte con un objetivo concreto: «Destruir en Venezuela la raza maldita de los españoles europeos en que van inclusos los isleños de Canarias… Ni uno sólo debe quedar vivo». Al concluir aquella campaña escribió que había pasado por nueve ciudades «donde todos los españoles europeos y canarios casi sin excepción fueron fusilados».

Bolívar fue muy discutido por los suyos, dio lugar a guerras civiles, sufrió un intento de magnicidio y se le acusó de haber entregado a los españoles al precursor de la independencia y generalísimo Francisco de Miranda; él lo negó. Lo cierto es que el general español Domingo de Monteverde le concedió la libertad y un salvoconducto para Curazao «como recompensa al servicio prestado al Rey de España con la entrega de Miranda». Monteverde había conseguido, de momento, desmantelar al ejército rebelde con la capitulación de San Mateo y no tenía motivos para mentir. Sin embargo Bolívar, entonces coronel, tenía mucho que ganar con Miranda en una prisión española.

Tras su derrota en la batalla de La Puerta, Bolívar fusiló a 886 prisioneros españoles y añadió 300 enfermos y heridos del hospital de La Guaira. Este es el mito ante cuyo sable, falso lo más probable, y en un acto fuera del protocolo establecido, Felipe VI permaneció sentado. El Rey en ese momento representaba a todos los españoles y por ello a los descendientes de los masacrados por 'El Libertador'. El presidente Gustavo Petro, que fue guerrillero del M-19, guerrilla que en su día robó el sable y lo entregó a Fidel Castro, improvisó el show frente a la opinión de su predecesor Iván Duque que por lo que se ve tiene más sentido político que Petro. En España protestaron los de siempre: Belarra, Echenique, Monedero, Rufián… Insultaron al Rey y exigieron sus disculpas. ¿Por qué? El sable no es un símbolo de Estado. Hasta un tal Honrubia, diputado de Podemos, llamó «facha» a Felipe VI y sacó a relucir las guillotinas. Nada nuevo. Con fiscales y jueces de reacción más rápida tendría abierto de oficio un procedimiento por delito de odio.

La izquierda radical, la que se amamanta en el comunismo, adora a otros mitos impresentables por tener sangre en las manos en actuaciones masivas de represión. Stalin es el Zeus griego o el Júpiter romano en esta mitología de cartón. Siguió los pasos de Lenin en la eliminación implacable de sus adversarios políticos. En su llamamiento de 1918 Lenin ordenó: «Aplastad la hidra de la contrarrevolución con el terror masivo». Activó una guerra civil contra sus adversarios que, según autores fiables, se cobró millones de víctimas. Para el historiador británico Robert Conquest, autor de El gran terror, los muertos provocados por el estalinismo suman entre trece y quince millones. Sólo en la Gran Purga fueron asesinados cuatro millones de disidentes. Este personaje fue el mito e ídolo de los comunistas y de la izquierda radical durante decenios. Lenin lo sigue siendo y con su momia en la Plaza Roja.

Otro de los mitos del izquierdismo radical es Ernesto 'Che' Guevara. Poco después de triunfar la revolución y al frente de la fortaleza de La Cabaña, en La Habana, Guevara asumió la Comisión Depuradora que desembocaría en «juicios revolucionarios» contra los disidentes. Los fusilamientos fueron creciendo entre enero y abril de 1959. Sólo en esos meses los fusilados fueron casi seiscientos. El autor cubano Luis Ortega cifra las víctimas de Guevara en La Cabaña en 1.897.

Algunos de los detenidos y luego fusilados en La Cabaña habían sido jefes guerrilleros pero no eran comunistas. Así Jesús Carreras Zayas, comandante del Segundo Frente, Escambray, fusilado en 1961. El otro comandante del Escambray, Eloy Gutiérrez Menoyo, madrileño de nacimiento, condenado a muerte, permaneció en prisión veintidós años. Fue liberado por gestiones de Felipe González y se trasladó a Madrid. Le conocí y traté en 1987.

Guevara dejó dicho: «Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve: a su casa, a sus lugares de diversión; hacerla total». Y en 1964 ante la Asamblea de la ONU: «Nosotros tenemos que decir aquí lo que es una verdad conocida: fusilamientos, sí; hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando». Su imagen, reproducida de la célebre foto de Alberto Korda tomada en 1960, decora los cuartos de la progresía y se dibuja en las camisetas de los muchachos de una izquierda caviar que acaso desconocen qué historias hay detrás de ese rostro. Pues que lean más.

Hay suficientes ejemplos que permiten asegurar que a menudo perviven como mitos adorables los que no pasan de ser mitos de cartón.