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El puntalAntonio Jiménez

Con Sánchez ya no funciona ni la Renfe

Renfe no es un síntoma sino un diagnóstico de país en manos de gestores mediocres que ya no tapan sus deficiencias con la propaganda

Si han tenido la necesidad de utilizar el tren para desplazarse últimamente, entenderán este escrito y el deterioro del servicio que ofrece Renfe en sus trenes AVE, velocidad alta, y ya no digo en los «expresos borregueros» como los que unen Extremadura con Madrid. Los retrasos y las incidencias, sobrevenidas o no, forman parte de la cotidianidad de un servicio en decadencia afectado por vagones de asientos estrechos, desgastados por el uso e incómodos, que inevitablemente nos conducen a una más que justificada añoranza de los primeros convoyes que recorrían las líneas entre Madrid y Sevilla y más tarde desde la capital de España con Barcelona y Valencia.

Hubo un tiempo en que Renfe presumía de puntualidad en el AVE hasta el extremo de indemnizar a sus viajeros con el coste del billete si el tren se retrasaba más de cinco minutos. Actualmente los retrasos pueden llegar a la hora y a duras penas funciona la wifi que permite trabajar mientras te desplazas o sencillamente tratar de relajarte con cualquier dispositivo electrónico. De los aviones de Aviaco, a la pregunta sobre la llegada del vuelo, se respondía irónicamente que «están al caer», dada la desconfianza que inspiraban los aparatos de la desaparecida compañía aérea. Con Renfe empieza a decirse de nuevo que sus trenes van «con más retraso que la diligencia».

Nada es comparable, sin embargo, con el episodio de temeridad e irresponsabilidad que supuso hacer partir un tren hacia una zona devastada por el fuego cuando una hora antes de la salida habían sido desalojadas dos localidades, Torás y Bejís, a causa de la rápida propagación de las llamas justamente por donde discurre la vía férrea entre Valencia y Zaragoza. El pánico desatado entre los viajeros que huyeron del tren ante la proximidad del fuego avivado por el viento y antes de que la maquinista, en un alarde de gran profesionalidad, corriera desesperada entre los vagones para hacerse con la máquina del furgón de cola y diera marcha atrás, fue suficientemente explícito sobre la gravedad del suceso en el que varios pasajeros resultaron heridos con quemaduras graves y del que Renfe intenta zafarse con la excusa de que nadie avisó a Adif de que el trayecto estaba afectado por un incendio forestal. Desconozco el protocolo interno de la compañía para preparar los viajes pero igual que los pilotos de aviación se informan de las condiciones meteorológicas de la ruta antes de despegar y de otros pormenores sobre el aeropuerto de destino, supongo que los maquinistas tendrán información puntual sobre el estado de la vía y de posibles factores exógenos que pudieran incidir en el viaje, con independencia de los avisos que pudieran recibir de terceros.

Este grave episodio exige que la ministra de Transportes y el presidente de Renfe, casualmente ambos cargos son cuota del PSC recomendados por Miquel Iceta, den explicaciones, asuman responsabilidades y, de paso, la oposición aproveche para criticar la gestión, manifiestamente mejorable, de una compañía pública que mientras sube los precios de los billetes disminuye la calidad del servicio que presta a sus viajeros y también el número de trenes y frecuencias de los destinos más demandados.

El caso de Renfe es un fiel reflejo de esa cierta incompetencia que caracteriza el quehacer del Gobierno «sanchista» en casi todo lo que toca y que inevitablemente seguiremos sufriendo hasta finales de 2023.

Renfe no es un síntoma sino un diagnóstico de país en manos de gestores mediocres e ineptos que ya no tapan sus deficiencias con la propaganda. Sánchez hace tiempo que agotó el crédito de su escasa credibilidad y no le basta, salvo para hacer el ridículo, quitarse la corbata e intentar convencernos de su improvisado y chapucero plan de ahorro energético. Qué tiempos aquellos, con Rajoy en la Moncloa, en los que la pobreza energética generada por una pequeña subida de la luz causaba más muertos que los accidentes de tráfico, según denunciaban el PSOE, Podemos y su prensa afecta. Ahora, ante las estratosféricas subidas de la electricidad y del gas, esas mismas terminales mediáticas del «sanchismo» que entonces atacaban a Rajoy ya no hablan de pobres energéticos sino de consumidores solidarios y responsables con el ahorro que pide Sánchez a los que dan consejos pueriles para consumir menos energía y procurarse momentos de desahogo fresquito en medio de las olas de calor como quitarse la corbata o usar el abanico. Panda de «descorbatados» y muy desvergonzados.