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HorizonteRamón Pérez-Maura

Hay que pensar como Stalin

Siempre me acuerdo de lo que me dijo un día el Archiduque Carlos, jefe de la Casa de Austria: «Yo lingüística, étnica y culturalmente soy alemán. Pero soy indiscutiblemente austriaco». Los que discuten eso se alinean con Hitler que empleó el argumento étnico y lingüístico para anexionar Austria

Iosif Stalin fue uno de los mayores asesinos del siglo XX. Pero a la hora de pensar en los intereses estratégicos de la Unión Soviética, fue un genio. Durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial no pensaba en la batalla que se estaba librando cada día. Ideaba una estrategia a cuarenta años vista. Y eso es lo que le falta a Occidente en la actual guerra en Ucrania. Cada vez son más entre nosotros los que creen que hay que ceder un poco ante Putin para acabar cuanto antes con este conflicto que creen que Rusia está ganando. Pero su ventaja tiene pinta de no ser cierta.

Desde la ocupación de Crimea en 2014, los ucranianos han conseguido actualizar su sistema de Command and Control y abandonar el viejo procedimiento ruso por el que cualquier oficial sobre el terreno tiene que consultar con todos sus superiores de la cadena de mando la misión que se le da, mientras que los occidentales te dan un objetivo y tú tienes que decidir cómo hacerlo. Ésta es la gran diferencia entre la doctrina occidental y la soviética. En el sistema ruso, el comandante sobre el terreno tiene que pedir permiso hasta arriba del escalafón, mientras que, en Occidente, desde la Segunda Guerra Mundial, dar no una orden, sino una misión y cómo se cumple, corresponde al oficial al mando decidirlo. Y eso sigue en vigor. Cuando los rusos invadieron el Donbás o Crimea, los ucranianos tenían ese sistema antiguo que los llevó a la derrota en esas batallas y ahora lo han cambiado. Con ayuda de Occidente.

Y después está la moral. El número de rusos que intenta no servir a su patria en esta guerra es muy alto. Desde hace semanas vivimos una ofensiva de Ucrania intentando recuperar la ciudad de Kherson, en manos de los rusos. Lo relevante es que las tropas rusas siguen en la ciudad, cada vez más aisladas, mientras que los oficiales rusos ¡dirigen la defensa desde el otro lado del río Dnieper, al sur de la ciudad! La conexión a través de este caudaloso río es difícil. Les quedan tres puentes. El más directo está golpeado por los ucranianos y ya no puede ser usado más que a pie o con vehículos ligeros, pero no por tanques. Hay otro puente a 50 kilómetros, también dañado. Y uno más a 80 kilómetros, construido sobre una presa y con una vía de tren que ha sido inutilizada por los ucranianos. Es decir, es una brillante estrategia militar ucraniana: a los rusos ya sólo les queda la posibilidad de salir de Kherson a pie, pero no pueden sacar a sus armas pesadas.

En este contexto, los ucranianos mantienen muy alta la moral porque cada semana dan un gran golpe y eso ayuda a mantener el apoyo de Occidente. El pasado domingo destruyeron en Donetsk la base del grupo mercenario Wagner, que trabaja para el Gobierno ruso. Otro buen ejemplo son los golpes a bases aéreas en Crimea. La de Saki el 9 de agosto, la de Maiskoye el 16 o las explosiones el pasado jueves en la base aérea de de Belbek, al norte de Sevastopol. La única forma de realizar esos ataque es mediante operaciones de sabotaje, llegando hasta allí con un comando. No tienen artillería de ese rango que les hubiera permitido atacar desde el otro lado de las líneas rusas. Con aviación es casi imposible que sobrepasaran las defensas antiaéreas. En Saki hubo 7 u 8 explosiones. Dos fueron exactamente en el mismo segundo. Eso es casi imposible de ejecutar si no es sobre el terreno.

En Pearl Harbour en diciembre de 1941 los japoneses fueron a por los aviones americanos y no a por los tanques de combustible. Cuando llegó la aviación norteamericana desde el continente tenían toda la gasolina que necesitaran. En Saki ha sido exactamente al revés. No han dejado ni un litro de combustible. Ha sido una gran operación.

Y en este minuto lo primordial es pensar cómo lo haría Stalin. ¿Qué situación queremos tener dentro de 10 o 20 años? Rusia tiene inmensas reservas humanas y estratégicas. La querríamos como un país europeo. ¿Cómo llegamos a esa situación? Lo primero es que Ucrania recupere su territorio íntegro. Sin excepciones. Y para eso hace falta un cambio de régimen en Rusia. El de Putin es un gobierno ilegítimo que incumple su propia ley. El cambio de régimen no es sustituir a Putin. Se trata de cambiar el sistema y que haya una democracia. Y desde Occidente no estamos apoyando a la sociedad civil que quiere cambiar el sistema dentro de Rusia.

Cuando leo a muy queridos colegas que qué mas nos da si Rusia se queda con regiones que están habitadas por rusófonos, siempre me acuerdo de lo que me dijo un día el Archiduque Carlos, jefe de la Casa de Austria: «Yo lingüística, étnica y culturalmente soy alemán. Pero soy indiscutiblemente austriaco». Los que discuten eso se alinean con Hitler, que empleó el argumento étnico y lingüístico para anexionar Austria. Yo no tengo más simpatía por Stalin que por Hitler. Pero lo que nadie puede discutir es que Stalin, que tomó el poder a la muerte de Lenin en 1924, planificó la guerra para tener un Imperio Soviético que duró hasta 1989. Hitler tomó el poder en 1933 y el III Reich fue finiquitado con él en 1945. Stalin era un hijo de muy mala madre. Pero era un estratega brillante. Yo me temo que Occidente no tiene hoy un estratega ni de medio pelo.