Mi sol y la cruz
Bolaños desea una nueva audiencia papal a finales de septiembre. Para mí, que se le olvidó de algo importante en la primera y quiere subsanar su olvido
Una de esas señoras de familia conservadora que aún cree que votar a la izquierda le hace más interesante, me confesó ser amiga de Carmona y de Bolaños mientras tomábamos una copa en la terraza del Real Club Estrada de Comillas. Según la singular pelmaza, que pertenece a una de las familias más ricas y poderosas de España, «Carmona es muy suyo, pero Bolaños es un sol». Antes de ahogarme de la risa, le pregunté si se dirigía a Bolaños por su nombre, Félix, o lo hacía como «mi sol». No le gustó mi pregunta y me anunció su retirada. –Me voy. –De acuerdo, pero que «tu sol» te pague las copas. Yo pago la mía y tú las tuyas. Tenemos que respetar la igualdad. Ya incorporada me soltó que jamás habría esperado de mí semejante grosería. Yo tampoco, pero todos evolucionamos.
El sol de esa señora ha anunciado una próxima visita a Su Santidad el Papa. Fue recibido por el Papa Francisco hace dos meses y desea una nueva audiencia papal a finales de septiembre. Para mí, que se le olvidó de algo importante en la primera audiencia y quiere subsanar su olvido en la segunda. No mantengo ningún tipo de relación como «mi sol», pero intuyo lo que pretende conseguir de la Santa Sede en esta segunda y precipitada audiencia. El jefe de «mi sol» está obsesionado con el Valle de los Caídos. Después de triunfar sobre los huesos de Franco, con cuarenta y cinco años de retraso, creador e impulsor de la Basílica de Cuelgamuros, desea hacer lo mismo con los de José Antonio Primo de Rivera, vilmente asesinado en un patio de la prisión de Alicante, y exhumar los restos de los miles de españoles caídos en los dos bandos que descansan bajo la Basílica.
La intención del gran hortera no es otra que convertir un lugar sagrado en un parque temático. Y el problema es la Cruz. Un parque temático, parcialmente temático, al amparo de la Cruz más alta del mundo, no es proyecto coherente. Y después de las visitas de Carmen Calvo, Yolanda Díaz y la primera de «mi sol» sin resultados positivos, se pretende el permiso papal para llevar a buen fin la demolición de la Cruz. Los españoles católicos, y los no católicos liberados de la amargura y el resentimiento del odio, queremos que se mantengan los benedictinos en la Abadía y que la Cruz de Cristo siga en lo alto del precioso valle de la sierra de Guadarrama. Cuando Tierno Galván fue elegido con mayoría abrumadora alcalde de Madrid, declaró que jamás retiraría el crucifijo de su mesa de despacho. –No soy creyente, pero el crucifijo es un símbolo de paz. Fue reelegido, y en la reelección, a pesar de conocer sus sombras y sus conchas, contó con mi voto. El candidato de Alianza Popular fue Jorge Verstrynge, y eso sí que no. Días antes de las elecciones, Tierno se marcó un bailongo con Flor Mukubi, «Miss Guinea», que en la actualidad le habría llevado a la cárcel, y que yo intenté inmortalizar en octosílabos consonantes.
Con la nena de Guinea.
Suavemente toquetea
Su culito respingón.
Y la nena que es muy sosa,
Y altamente pudorosa
Le susurra candorosa:
-¡Don Enrique, «uté é un tocón»!
Don Enrique ¡qué semblanza!
Y en el ritmo, ¡qué templanza!
Parecía en plena danza
Un viejo brujo Masai;
En sinuosidades, pizco,
En la mirada, algo bizco,
Y dando cada pellizco
A la nena que…¡Caray!
Que caray con don Enrique,
Que tiene un dedo meñique
Ducho en abrir cualquier dique
Mientras baila un mambo al son.
Un dedo como una hormiga
Tenaz, que no se fatiga
Aunque la nena le diga:
-Don Enrique ¡”Uté e un tocón”!
Y Verstrynge y Alianza Popular hicieron el ridículo.
No me preocupa que «mi sol» considere imprescindible visitar a Su Santidad por segunda ocasión en dos meses. Me preocupa que «mi sol» intuya que Su Santidad pueda acceder a la solicitud del gran hortera.
Esa Cruz, la más alta del mundo, la que abrió los brazos a una reconciliación de los españoles hasta que llegó con su villana Ley de la Memoria Histórica Zapatero y que fue respetada al pie de la letra por Mariano Rajoy, esa Cruz ya es parte natural de su paisaje. Y ahí seguirá, por muchos viajes que rinda a la Santa Sede «mi sol».